Esperas al Jabalí
GENERAL => Relatos => Mensaje iniciado por: eduardo en Marzo 05, 2015, 12:53:46 am
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Llegué temprano esa tarde a la finca. El calor de ese 30 de Mayo en Cáceres se hacía notar en exceso. La primavera había sido abundante en lluvias y la humedad reinante hacia que el bochorno se hiciera notar más si cabe. Eché la parada obligada para charlar un rato con los guardeses que agradecían los comentarios y las informaciones de los que andábamos por la ciudad. Siempre había un café por medio o una cervecita si la calor apretaba y sentados en la mesa camilla hablábamos de todo un poco envueltos por ese olor tan característico de las casas de campo. Olor a humo, a matanza y a perfumes de la huerta del otro lado del muro. El sol corría a poniente y apuré el último trago mientras me despedía de José y Juana a la vez que ellos me deseaban suerte para la espera. El portazo del coche firmó la despedida definitiva y arrancándolo lo enfile por el camino hacia la huerta Molano. Al llegar me detuve y apeándome de el busqué el aire con la cara. Un perfecto noroeste me barrió el rostro y sonreí como sonríe un muchacho antes de hacer una fechoría. Llevaba tiempo haciendo aguardos pero la suerte no me había sido propicia, entre otras cosas porque no tenía a nadie para asesorarme. Mi padre, montero viejo, me enseñó sus conocimientos monteros pero no fue nunca aguardista y sólo recibía de el consejos de prudencia para la noche y para los jabalíes. ''Eso es muy difícil, hijo, eso es para gente de campo. Conseguir poner un cochino delante tuya, no te va a ser fácil. Y si al final lo consigues, mucho cuidado con entrarle herido, que te puede costar un disgusto''. Todo esto pensaba mientras me dirigía a la charca del Zarzal con mi Mauser 270 colgado al hombro. Llegué pronto y cuando me asomé al charco varios pájaros volaron espantados por mi presencia. También observé cariacontecido que el aire jugueteaba haciendo revocos extraños. Allí mismo no me podía quedar para no ser descubierto y me desplacé a la derecha dejando la entrada libre al agua de algún posible visitante. Me senté en el suelo y desde mi posición no veía la charca pero si dominaba las veredas que a ella acudían. Apoyé la espalda en el tronco de un chaparro y fundiéndome con el campo, esperé. Poco a poco el monte se fue durmiendo y ya entre dos luces, lo oí venir. No tardó mucho en aparecer por una trocha la mota oscura de un jabalí que me puso el pulso a cien. No podía creerlo. Por fin, después de tantas calabazas, ahí lo tenía. Apoyé el codo en la rodilla y en una pequeña parada suya, ajusté lo mejor que pude la cruz en su paleta y disparé. El estruendo rebotó en los roquedos de la sierra y el cochino cayendo, desapareció entre la vegetación pero en un momento se levantó y salió corriendo en mi dirección. Me tuve que apartar para que pasara en su alocada carrera y en esos momentos, no se como, acerrojé y le solté otro tirascazo por donde vi su culo desaparecer. Me temblaba todo, más pude sentir como se quebraban ramas y una especie de suspiro que hasta entonces nunca había escuchado pero que retumbó en mis oídos como música celestial. O mucho me equivocaba o lo había matado. Me fumé dos cigarros seguidos con manos temblorosas e intenté serenarme mientras mi cerebro repasaba lo vivido. Luego, ya de noche, encendí una pequeña linterna y a mis pies vi una gota de sangre. Sonreí nervioso y no quise mirar más. Me fui de puntillas, con una extraña sensación de miedo y alegría. Mañana, a la mañana, vería si mi primer jabalí, era o no era, una realidad...
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No pegué ojo en toda la noche. La imagen de aquel cochino, el disparo, el susto de su embestida, que no había sido intencionada, me acosaban impidiéndome dormir. Muy temprano, al alba, llegué a la finca para ver lo sucedido. Me encaminé al puesto en dos saltos y seguí los pasos del animal que daba sangre en pequeñas gotas. La escopeta, por si acaso, me acompañaba y llegué a una alambrada ganadera bastante deteriorada por los años. Allí había más sangre y trozos de costilla. La pasé por arriba y a los pocos pasos lo vi. Estaba tendido cuan largo era, mi primer jabalí. Era un macho terciado y en su boca asomaban unas navajas escasas pero, en aquel momento, me pareció sublime. Andaría por los sesenta kilos y bien sano y gordo estaba, ya con el pelo de verano. No se las vueltas que le di ni el tiempo que permanecí observándolo. Lo había conseguido, había conseguido cazarlo y él, sin saberlo, me había cazado a mi para siempre en mi pasión por las esperas. En la casa quedó para los guardeses, que mucho lo agradecieron y yo jamás podré agradecer a este bravo animal lo que hizo por mi. En casa, hay una tabla donde reposan sus colmillos y los miro todos los días con un respeto imponente. Es lo menos que puedo hacer por lo mucho que el me dio. No lo olvidaré nunca.
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Precioso relato, gracias por compartirlo.
Saludos
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Que sensaciones las del primer jabali, nunca se olvidarán !!
Gracias por compartirlo
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Gracias Eduardo por la sinceridad y belleza de tu relato. Dices que tu padre te decía que eso era cosa de gentes de campo... Pienso que pensaba que hay que efectuar tantos "trabajos previos" a la cacería (inspeccionar bañas, comederos, pasos, etc.) que sólo viviendo en el campo daba tiempo para todo. En cualquier caso, pienso que algo de razón tenía. El susto que te debiste llevar cuando se arrancó, malherido, hacia tu posición imagino que también permanecerá en tu recuerdo como algo inherente a la propia caza nocturna, aunque luego tu experiencia posterior te haya mostrado que no siempre tiene porqué ser así. En cualquier caso, me gustaría tener un recuerdo como este que has narrado y con la viveza que lo sigues conservando.
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Muy buen relato para muy buen recuerdo. Gracias por compartirlo Eduardo. ;)
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Bien es verdad lo que comentas Eduardo,ese primer cochino es especial y unico, son recuerdos que nunca se olvidaran por muchos cochinos que se abatan, yo en mi momento que también lo tuve me senti el Rey del mundo ;)
Un saludo.
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Bravo Eduardo, el primero tiene otro gusto y mejores recuerdos.
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Precioso relato Eduardo . Con el nos traeras a la mayoria el recuerdo nostalgico de nuestro primer jabali y avivaras aun mas el ansia de los pocos noveles que aun no lo hayan vivido.
Que sensaciones tan intensas ,a veces contradictorias , en ese rato que trascurre tras el cobro del animal.
Del relato me quedo con esta frase : En casa, hay una tabla donde reposan sus colmillos y los miro todos los días con un respeto imponente. Es lo menos que puedo hacer por lo mucho que el me dio. No lo olvidaré nunca..
Si ellos nos dan su vida lo menos que se merecen es nuestro respeto y recuerdo.
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Que bonito y emocionante relato mi enhorabuena, saludos
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Precioso relato Eduardo. Sin duda una noche que jamás olvidarás.
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Enhorabuena Eduardo un relato precioso pues verdad el primero nuca se olvida por muchos que mates despues es un gran recuerdo un saludo
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Gracias a todos por vuestros comentarios. Luego han venido muchos más. Los tengo apuntados en mi diario. Pero ese jabalí, ese, digo, no podré olvidarlo nunca pues fue el inicio de algo bueno y grande... La pasión por los aguardos. Y el recuerdo de una fecha... 30 de Mayo de 1.993. Día de San Fernando.
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Nunca, amigo Eduardo, me habias contado como cobrastes tu primer guarro, el relato precioso y con frases que se graban en la cabeza. Tuvistes suerte con tu primer cochino, digo suerte pues fué macho, el primero mio fué machorra, ya te lo contare algún dia.
Desde luego tengo que agradecer a ese cochino el que te metiera el veneno de las esperas en el cuerpo, así con el paso del tiempo te conocí en los menesteres del campo y nuestra amistad perdura y se afirma con los años.
Un fuerte abrazo.
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Allí, donde Sanguta, cuando vivía Manolo, nos empezamos a conocer. Y ya han pasado... ::) La historia de esa cochina me parece que la he leído en el libro... ::) Otro fuerte abrazo para ti, aunque nos hemos visto esta mañana... ;D
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Me has hecho estrujar la memoria y no doy con el primero en espera, con el primero si y con la primera espera tambien. Pena de no llevar un diario :-[ . Que buenos recuerdos tienes y como los plasmas.
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Amigo Eduardo,con tu relato nos has hecho recordar a todos nuestro primer jabali.Ese que nunca conseguiremos olvidar y que nos enveneno para los restos.Pero ademas,lo has hecho de forma magistral y has dejado muy claro,el porque tenemos esas tablillas en el salon de nuestra casa,por respeto,por admiracion y por rememorar dia a dia,esas sensaciones que vivimos en su momento y que nada tiene que ver con aquello de la trofeitis.Muchas gracias por habernos hecho participes de tu primer jabali en aguardo ;).
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Adol y Buhogris, muchas gracias por vuestras palabras y por darme vuestra amistad. La valoro mucho. :)
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Como no envenenarte aún más en las esperas con semejante lance y posterior desenlace, enhorabuena por el cochino y por irradiar ese respeto por los animales cada día más escaso.
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Gracias Lobaco. Qué me gustan los aguardos... Una barbaridad. Y que ''mono'' tengo y como me ilusiono cuando paseo por el campo en periodo de veda pensando en lo que me espera... ::) :)
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gracias eduardo, fantástico y terrible a la vez cuando por primera vez te ves un arranque cara a cara, un recuerdo fantástico
el primero fue una fiesta en mi casa, que jamas olvidare gracias por promover nuestras neuronas , un saludo
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gracias eduardo, fantástico y terrible a la vez cuando por primera vez te ves un arranque cara a cara, un recuerdo fantástico
el primero fue una fiesta en mi casa, que jamas olvidare gracias por promover nuestras neuronas , un saludo
Gracias Viejete. A ver si nos conocemos en persona, que tengo ganas de daros un abrazo a mis amigos del foro. :)
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Y nosotros a ti.
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dicho por lobaco, pronto coincidiremos, un saludo
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Eso espero.
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enhorabuena compañero yo hace apenas unos años que hice carne. Pero me has vuelto a hacer recordar esa noche en la cual escuche ese ultimo suspiro que mencionas en tu relato en un cebadero con un machete sin boca... pero fue mi estreno y nunca voy a olvidar como al tirarle una lejía con mi superpuesta a apenas 20 metros de el, rompe a correr monte abajo y sientes ese bufido tan... que te hace decir... hay se quedo...
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Gracias cazador.