Buenos días a todos, ya ha ha llovido un poco desde que abatí mi primer jabalí con arco el pasado día 31 de octubre de 2020. Desde entonces la caza ha vivido momentos muy complicados y en lo que respecta a los aguardos o esperas al jabalí, en un principio el estado de alarma prohibió su realización y después con el toque de queda, prácticamente no daba tiempo a ver a los jabalíes, cuando ya tenías que marcharte a casa para no incumplir las normas.
A todo ello, en mi caso se ha añadido una complicación y es que desde hace algo más de un año, tengo un nuevo vecino que compró una parcela con una casita, cerca de la linde del coto donde cazo. El caso es que me di cuenta con el paso del tiempo, que desde que este sujeto compró la parcela, los jabalíes y los corzos que entraban en el comedero y que captaban las cámaras, de repente empezaron a dejar de entrar hasta literalmente desaparecer. Los cambios en el comportamiento de los animales siempre se deben a alguna causa y me dispuse a saber cual era.
Estuve una temporada mirando pasos, bañas, querencias y los rastros eran antiguos, por lo que enseguida supe que los animales se habían marchado por un exceso de presión. Me enfadé muchísimo, ya que me encanta ver animales y soy de los que solo caza lo que necesita o selecciona y en la mayoría de las salidas, veo mucho pero no disparo a casi nada, creo que esa es la forma de tener animales en el coto y que además estén relativamente tranquilos.
Decidí salir del coto y mirar en los linderos y me fui directamente a la zona donde este nuevo vecino había comprado la parcela, ya que coincidía que desde su llegada los animales se habían marchado. pronto encontré pruebas de su actividad, en no demasiado trecho había dos pieles y huesos de jabalí y restos de haber sido abatidos de un tiro y comidos por animales. Todos los vecinos de la zona escuchábamos más disparos de lo normal por la zona, incluso un vecino encontró esta primavera una corza abatida de un disparo y se habían llevado los cuartos y los lomos. La estuvimos mirando y estaba preñada de dos corcinos a los cuales les quedaban pocas semanas para haber nacido. Hay que ser indeseable para hacer esas cosas.
Empecé a captar información y me dijeron que este vecino se iba jactando de que a él nunca le faltaba carne e incluso la vendía. Esa fue la gota que colmó el vaso y me dispuse a cogerle los pasos para ponérselo en bandeja de plata al Seprona, pero por cuestiones de trabajo no pude ir al coto en una temporada, así que un día que coincidí con la patrulla del Seprona de la zona, les expliqué la situación. Debieron tomar nota, porque los vecinos dicen que se les ha visto apostados por los caminos de la zona varias veces y registran a los que pasan. El caso es que por arte de magia los animales están regresando otra vez.
Dicho esto me meto ya en materia. Llevaba sin cazar un animal desde el 31 de octubre del año pasado, por lo que la carne hace mucho que desapareció de mi arcón. En las cámaras no se observa la entrada de ningún macho a los comederos (deben seguir mosqueados por culpa del vecino). Pero entran tres o cuatro piaras, con crías de este año y alguna del año pasado, así que decidí probar suerte con un animal del año pasado que tiene muy buena carne.
Llegué al coto temprano como de costumbre, probé el arco y a las 20 horas me fui al puesto. Subí tranquilamente y sin hacer ruido los archeles al puesto en la encina y esperé pacientemente.
A las 21:20 escuché un tropel venir en mi dirección, enseguida supe que era una piara, por lo que me puse de pie, cogí el arco y esperé a que entrasen ya preparado.
No tardaron mucho en dar la cara los más jóvenes. Entraron como unos 12 ó 14 animales. La mayoría rayones, unos muy pequeños de pocas semanas y otros ya con al menos un par de meses y entre ellos dos hembras jóvenes del año pasado. Poco después llegaron tres guarras mucho más grandes, bufando y gruñendo, pero poco a poco se fueron tranquilizando y se unieron al resto del grupo a comer. Los dejé comer tranquilos mientras yo les observaba con los prismáticos, ya que aún se veía perfectamente al haberse puesto el sol pocos minutos antes.
Disfruté de su presencia como nunca antes lo había hecho, tantos animales a escasos 15 metros. Decidí seleccionar la pieza y para ello lo primero que miré fue el vientre, para apreciar las ubres o mamas. las tres guarras grandes estaban amamantando seguro por el tamaño de las tetillas, pero las dos más jóvenes no tenían crías ni estaban amamantando. Seleccioné una y decidí que era la pieza a abatir.
Esperé varios minutos a que se pusiese en posición cruzada, pero aquello era una algarabía de movimiento con tantos animales juntos. En un momento se cruzó, abrí el arco, no era necesario ni encender la linterna, ya que se veía bien. Apunté, pero se pusieron detrás varios rayones, intenté mantener abierto, a la espera de que se apartasen, pero tuve que abortar, ya que me estaba cansando bastante. Segundo, tercer y cuarto intento, idem. Me dije que como la posición no fuese evidente y limpia para la suelta ya no volvía a abrir, me estaba fundiendo de aguantar tantas veces el arco abierto durante algún que otro minuto cada vez.
Por fin la guarra elegida se aparto medio metro del grupo y se cruzó, abrí, imaginé la posición de los órganos para decidir la trayectoria de la flecha y solté. Estaba un pelín oblicua, así que apunté unos dedos encima del codillo y algo atrasado, calculando que la flecha saldría por el codillo del lado contrario y de esta forma atravesaría los dos pulmones.
Solté la flecha, el culatín luminoso desapareció en el cuerpo del animal en la zona donde apuntaba, lo vi salir por el otro lado y rebotar contra el suelo. Todos los animales salieron corriendo de la plaza y se dispersaron por el monte, donde se quedaron parados, mientras alguna madre gruñía sin saber bien que había pasado. Escuché a la izquierda del puesto y en el monte, romperse maleza como si algo rodase y breves sonidos del animal que no podía respirar. Todo quedó en silencio en muy poco tiempo.
Todavía con luz me dispuse a recoger los archeles y los bajé con mucho sigilo de la encina. Me trasladé al coche donde los dejé y saqué al perro.
Habría pasado media hora desde el lance y me dispuse a pistear ya casi sin luz, lo que hacía necesario el uso de linterna. Fui con el perro, mi fiel compañero Luke, un macho de menos de 2 años cruce entre Teckel y Beagle, que es casi tan novato como yo en esto de la caza con arco y el rastro, ya que llevamos los mismos lances y abates. En el lugar del lance estaba la flecha entera, tenía sangre roja con espuma, por lo que enseguida supe que era de pulmones.
Hasta aquí todo correcto, pero ahora viene la parte que nunca se debería hacer y no será porque no lo habéis dicho hasta la saciedad. A partir de hoy siempre actuaré como aconsejáis los sabios del foro, lo prometo. Decidí pistear porque sabía que el animal estaba muerto a muy poca distancia del comedero. Atraillé al perro y me puse a pistear con mi linterna en la mano, primero seguí la dirección en la que vi huir tras la arrancada al animal. Pasados unos 4 ó 5 metros, primer rastro de sangre, no demasiado, pero suficiente. El perro enseguida lo siguió, a pesar de haber muchos otros rastros en la zona. Seguí al perro alumbrando con la linterna, mientras el monte estaba en silencio, de repente y a unos 20 ó 25 metros del lugar del inicio del pisteo y a mi derecha, escuché un gruñido bastante cercano, se me heló la sangre, la guarra estaba herida. De repente se arrancó hacia mi, pero el perro se fue corriendo y ladrando hacia el punto donde se escuchó el gruñido y se montó la mundial. No era la guarra herida, era la piara que extrañamente seguía allí, supongo que la madre no querría abandonar a la hija abatida. Carreras, monte roto, me tuve que subir a una encina enseguida porque una de las guarras se vino otra vez en mi dirección y con el monte y la oscuridad ya no veía más de allá de lo poco que alumbraba mi linterna en la vereda. En ese momento de confusión, cometí otro error y fue que solté la cuerda del perro, por lo que no podía traerlo hacia mi. Menudo escándalo, el perro ladrando entre la piara, las guarras intentando morderle. Sinceramente temí perder a mi compañero, sobre todo si se enredaba la cuerda en la maleza y se quedaba bloqueado, así que me bajé de la encina y empecé a gritar y a tirar piedras al lugar donde estaban el perro y la piara, que no era a más de 5 u 8 metros de mi posición. Finalmente la piara se marchó del lugar corriendo, pero para mi sorpresa el perro se fue latiendo detrás de ellos, hasta que dejé de escucharlo ladrar en la lejanía.
Me fui al coche a esperar y a rezar para que mi compañero volviese de una pieza y no se enganchase con la cuerda en ningún lugar. Hora y media después escuché el sonido de un animal acercándose y para mi alivio era mi amigo de cuatro patas. Cuando llegó a mi posición le quité la cuerda y lo inspeccioné de arriba a abajo. afortunadamente no tenía ni una sola herida.
Quiero a mi perro con locura, pero no soy de muchas carantoñas, salvo las caricias y los mensajes de cariño y estímulo que se les suelen dar a los animales, pero en ese momento me salió abrazarlo con fuerza por dos razones, una porque temí perderle si lo cogía la piara y otra, porque seguramente con su valentía evitó que me atacase la guarra o me metiese yo solo entre la piara y sabe Dios lo que me hubiesen hecho sin ver nada entre el monte.
Nunca más pistearé por la noche, o se queda el animal en el sitio o vuelvo por la mañana temprano. Con mi imprudencia me puse en peligro y también a mi perro. Espero que os sirva a otros para no cometer estas imprudencias, hacer caso a los sabios del foro.
Me marché con el susto en el cuerpo. Esta noche no he pegado ojo, pensando en la que se podía haber liado si cualquier detalle se hubiese torcido, aunque afortunadamente se alinearon los astros a mi favor. Y menos mal que anoche no pudo acompañarme mi padre, como tiene costumbre, porque su edad es avanzada y no quiero ni pensar si se hubiese visto en la situación y sin reflejos.
He reiniciado esta mañana bien temprano el pisteo con mi valiente compañero y con la luz del día, enseguida hemos encontrado la guarra muerta, ¡¡¡A DOS METROS DE LA ENCINA DONDE ME SUBÍ!!!. Dentro de lo malo, el final ha sido feliz, pero he aprendido una lección a fuego.
Os dejo un par de fotos del lance, el animal tiene una carne espectacular aunque no da mucho esplendor a la imagen, pero merece todo mi respeto. esta vez la foto ha sido con el arco, no como en la primera que se me olvidó.
Y por supuesto el protagonista de esta historia es mi valiente compañero Luke, al que ya de paso presento en el foro.
Espero que el relato os guste y sobre todo sirva de consejo para no repetir el mismo error que cometí yo.
Fozzie, espero que este relato entre en el sorteo, aunque sea en la categoría de "cagadas".
Un saludo.
Tema: Segundo jabalí con arco. (Leído 5688 veces)