Bueno pasadas las navidades y ya de camino a tierras nórdicas me vuelvo bolo.
Es lo que tiene la caza con arco, su dificultad por el acercamiento acercamiento hacen de ella una caza muy complicada pero independientemente de eso creo que la culpa ha sido más del indio.
Llegué el primer día y me andé toda la finca viendo querencias, bañas y gateras y por supuesto la bellota. Bellota solo quedaba en la siembra, donde el ganado no había podido pisar lo demás estaba arrasado. El segundo día lo mismo, revisión de todo y ver los cambios, así decidí ponerme en una gatera bastante tomada. Y allí en mi primera espera de invierno, como un gato que no hace ruido me entró un buen marrano, abrí mi arco y viendo claramente el bulto encendí y ahí se acabó todo, no se fue, no, no le hizo falta la niebla qie parecía poco espesa me mostró que me equivocaba, no viendo nada, apagué y lo dejé ir. Aunque se fue tranquilo jamás volvió a pasar por allí.
Y de un comienzo esperanzador pasé a creerme el as de los ases, a creerme que también conocía mi finca que ya no me hacía falta andarla a menudo y que con un vistazo sabría donde andan los amigos de la mirada gacha. Y así un día tras otro fui pillado o rodeado o ni tan siquiera escuché algo porque los rastros no eran tan frescos y la helada me había engañado.
Y ahora, de camino al frío norte me soy cuenta de que fui tonto al creerme qie sabía más de campo que el propio campo.
Lección aprendida, nunca más.