Yo cada día me asombro más de lo estupendos que nos ponemos los cazadores con estas cosas. Nos horroriza cazar una corza preñada o una guarra a bocaparir, pero no dudamos en salir a atizarles plomo a perdices, tórtolas o zorzales cuando son escasos. Nos horrorizamos de cazar en febrero el jabalí aun cuando su tasa de crecimiento es altísima e incluso cazando sin duelo no para de crecer. Tampoco nos parece mal andar regando el monte de maíz y generando puntos de concentración inmundos en los que prospera la tuberculosis.
Creo que este colectivo se gana a pulso todo el mal que le acontece.
La caza es una experiencia íntima. Si a alguien le desgrada cazar con reclamo de perdiz no lo hace, a quien no le gusta tirar con rifle tampoco. Pues bien, si a alguien no le gusta cazar guarras que se abstenga de salir de montería o de batida, o aprenda a distinguiras y que deje al resto ejercer su afición cuando la realiza legalmente.
Si hay que indignarse, y mucho, por algo es por la caza furtiva, el carrileo, el faroleo por pistas y carreteras, por el uso de armas ilegales, chupetes, por entender la caza como algo de usar y tirar, y por actuar en contra de los principios de la conservación y de la legalidad.
Saludos