Me avisó el compañero que tenía el comedero antes de cambiar de turno. Hay una piara numerosa con varias cochinas. Pero entra uno por detrás que me ha cogido dos días, por todo el claro. El primer día no lo oí y me removí levemente en el climbing, y lo tenía justo detrás y salió de naja. El segundo vino a buscarme directamente. Con la piara no viene nada interesante.
Pero cambiábamos a mitad de diciembre. Y eso significa que queda poco para el celo en la zona. El primer día me fui para allá. No me subí al climbing, retrasé un poco la postura para dar algo más de distancia, sólo 5-6m, hasta el pino anterior. Bien temprano entró la piara, una guarra cana enooooorme, cabezona, dos guarras bien hechas, una pequeña, uno del año y tres pequeñajos. Y un machete renegrío con mala baba que no los dejaba comer tranquilos. Subieron reguero arriba, cogiendo aires. Dieron cuenta de todo y se largaron por el frente, cruzando el reguero. En efecto, buena piara. Tiene que coger macho, me dije. Y en esta zona siempre sale uno bueno en las cámaras en el celo, de colmillos largos.
Volví el 30 de diciembre, a rellenar que venían fiestas. Aproveché y me puse. Tenía orden estricta de la jefa de volver a Madrid esa noche, nada de dormir allí, que el 31 había cosas que hacer y viajar luego a cenar con la familia. No te preocupes, que entran temprano. A las siete o siete y media se han ido.
Ni las ocho, ni las nueve. Nueve y cuarto, me pongo a recoger las cosas, cuando los siento subir, bien cerca. Me pongo a montar las cosas de nuevo. Entran otra vez desde abajo, reguero arriba. Entran los pequeños, y la guarra mediana. Oigo carreras, y mirando con el nocturno los veo al fondo, cerca del reguero, entre los romeros y pinos, carrera para arriba, carrera para abajo, ahora un bufido, ahora otra carrera, ahora entra una guarra grande a comer, ahora se va, … y así como diez minutos. Un celo. Distingo que se van 4 en fila a lo lejos, cruzan el reguero y se pierden. Se quedan los pequeños en la plaza. Hace mucho aire. Se caen ramas, piñas, suenan todo mucho. Hay una luna espectacular. Los pequeños están nerviosos. Se asustan. Miran arriba. Comen. Corren. Vuelven. Mucha luz y mucho ruido. Se han ido y los han dejado sólos. No pueden estar lejos. Pero ya es muy tarde, recojo y me retiro. Lástima de noche. Me hubiera quedado allí a esperar si volvían los grandes las horas que hubiera hecho falta.
Miro las tarjetas que tengo en otros dos comederos. En uno de ellos se ha puesto un compañero, hicimos tarde con la comida, llevó a su padre a un puesto y no le daba tiempo a llegar a otro y quedamos en que fuera allí. Entraba una piara y un navajerete. Dice que le entraron casi entro dos luces, que había uno bien grande pero que no lo pudo valorar. Que se fue rápido. A las nueve se quitó. En las fotos de la cámara ya no entraba el navajerete. Entraba un verraco de aupa. Desde el día 22. Con la piara. Más tarde recogí las tarjetas otra vez. Le entró a las nueve y veinte.
Tengo un amigo al que tenía interés en que cazase un buen bicho. El año pasado estuvimos juntos en su coto e hice un doblete, bronce el último que tuvimos que cobrar esa misma noche con mi perrilla y una buena dosis de valor, temeridad e imprudencia. Subiendo un cerro que se te levante un bicharraco herido a pocos metros por encima de ti, no más de diez … la verdad es que es una experiencia. Menos mal que no se vino a jugar a los bolos contra nosotros, y lo pude rematar.
Salimos temprano. Entre semana que había poco curro. No recuerdo si el 3 ó el 4. Malcomimos un sándwich por el camino. Estaban dos compañeros allí, que había mucha niebla. En efecto. No se nos quitó en todo el camino. En el pueblo sólo estaban libres los bajos. Imposible subir a por el verraco de arriba, donde iba a ir mi amigo. Pues te vas al del celo del otro día. Yo me subí a uno a media montaña, pero la niebla espesaba enseguida, me di la vuelta y mis compis me cedieron uno de abajo. Los 4 abajo. Llegué tarde. Me senté casi de noche, mira que con el mea mea y la humedad que había la cosa era estar temprano, pero entre llevar a mi compi, enseñarle el sitio, subir, bajar … Le dije que no aguantase mucho que entraban temprano, y había que currar al día siguiente. Pensé que había tirado, pero era otro de los compis. A mí me entró un buen animal dando la vuelta pero lo espanté con un ruido metálico cuando lo iba a observar bien con el monocular x6, que ya que iba de prestado había que asegurar. Y el otro compi había tirado de día a un buen navajero, pero yo no lo oí porque estaba coche arriba coche abajo. Mi compi se volvió a las 12. Tuvo el aire mal hasta las nueve. Luego, sólo tres tejones.
Pasaron las fiestas. Vino un temporal. Volví ya bien mediado Enero. Un viernes. No tenía esperanzas de ninguno. El sábado miré las fotos y arriba ya no entraba el macareno. Lo estuvo haciendo hasta casi Reyes. Los días de niebla estuvo allí, aún con la niebla le brillaba el colmillo al flash infrarrojo. El viernes me puse abajo. Entraron bien pronto, casi recién anochecido. Terciados esta vez, medio de frente medio del reguero abajo. Los pequeños dentro con la guarra mediana. Los grandes por abajo. Tranquilos pero sin subir a la plaza. Había cuatro. Estuvieron 4-5 minutos. Entre pinos y romeros y la distancia imposible distinguir nada. Se fueron por donde siempre, reguero enfrente, bajo. Los otros estuvieron allí hasta que se acabaron el maíz que había esparcido. Y se vinieron hacia mi sitio, debajo del puntal.
Creo que abajo estuvo el bueno con las guarras grandes. Al día siguiente repetí. Limpie un poco unas ramas bajas. Hice una calle para ver esa zona. Esparcí bien de maíz para que les llevara tiempo acabarlo. Iría con el climbing, cogiendo altura para ver entre los romeros por si se volvían a poner allí.
Bien temprano estaba subido al pino. No muy alto, porque perdía visión. Unos 3-4 metros los pies. Y bien temprano entraron. De frente esta vez. Y todos, todas las guarras, la grande incluida. Pero sin bicho. Paciente, seguro que entra reguero arriba. Pero no. Lo oí tomar aire muy levemente a mi izquierda, detrás. Tres o cuatro veces con la trompa aspirando. Me estaba rodeando. Si no te has espantado de mis pasos … el aire me venía de cara. Pasó debajo de mí, a pocos metros. Había rodeado hasta llegar al puntal. Me pasó por la derecha, oí el murmullo de sus pisadas y el roce de su cuerpo en los romeros. Te he salvado el aire. Vas a entrar confiado, me dije. Te tengo. Dejé unos minutos sin mover una pestaña. Quería evitar que lo tuviera parado al lado y espantarlo. Me puse a mirar la calle que había abierto. Allí no estaba. La piara seguía comiendo. Al rato lo vi, más arriba de la calle. Se movió un poco, tapada la parte delantera, le ví la chola perfectamente. Enooorme. Más grande que la cochinaca. Cano. Miraba hacia arriba. Salió a buen paso hacia arriba. Se abrió la piara dejándole toda la plaza para él. Entro cabeceando. Madre mía, qué verraco, qué cabezón, que manera de mover la cabeza, qué señorío. Cogí el rifle, encendí los aparatos, quito el seguro, me apoyo en el monopode que acoplo al climbing … y … ssssssssssssss … el monopode se baja. Levanto el rifle apuntando a pulso y … ya no está. Está la piara otra vez. Me tiro un rato mirando. Dejo el rifle. Intento subir el monopode y ya tenía el último tramo subido. No puedo arreglarlo sin hacer ruido. Miro con el binocular. Vuelvo a verlo entrar desde arriba, otra vez cabeceando, se abre la piara. Apunto con el rifle y ya no está. Entra come un par de granos y sale. Tengo que aguantar con el rifle a pulso. Lo hago. Da sus frutos. Esta vez viene de frente. Se tuerce y se queda parado con la cabeza tapada pero me da la paleta. Tenso el disparo y da un pasito, se tapa la cabeza con el pino. Le puedo tirar a los pulmones, pero no quiero arriesgarme. Le espero a la salida del pino. Sólo unos segundos. Pero sale corriendo como alma que lleva el diablo hacia arriba. Hay carreras, tiene que haber otro macho rondando y lo está corriendo. Creo que sigo manteniendo la calma. La piara sigue comiendo. Al rato vuelve de nuevo de frente. Cojo el blaser. Le quito el seguro. Se baja. Le vuelvo a subir. Se baja. Otra vez. Se baja. Me quito el guante para tener más tacto. Lo subo. Se baja. Lo subo se baja. Diez veces. No me puede estar pasando a mí esto. Pienso en disparar con el seguro sujetado arriba con el pulgar. Qué tontería, ni se arma el gatillo ni sería seguro. Por fin consigo que se quede (ese tipo de seguro a veces cuesta que se quede, sobre todo si no quieres hacer ruido, pero creo que fueron los nervios lo que me la jugaron y no lo hacía bien). El guarro ya no está. Me canso. Vuelvo a mirar con el binocular. Una guarra gruñe, se dispersan. Unos se suben y otros se bajan. Los de arriba no los veo. Los de abajo están tranquilos, hozan. No sé el motivo del susto. El aire sigue bien. Algún coche u otro animal. Confío en que vuelvan a entrar. Al rato los oigo, bajan con la guarra grande al frente, pero no entran al comedero, pasan de largo, los de abajo se les unen y se van por el reguero, por donde siempre.
Me dan ganas de llorar. Meter un verraco así en plaza no es cosa fácil. Lo tuve vencido y se me escapó. Sentirle rodearme fue un gustazo. Verle fue otro gustazo. Soñé con él toda la semana. A todas horas. Le veía rozando los romeros. Cabeceando. Parado, con la cruceta en los pulmones tras el pasito.
Al fin de semana siguiente mi amigo no puede subir a su coto, está cubierto de nieve. Acepta mi ofrecimiento y se viene. Había que limpiar algo más, un roblecillo que hay delante hay que guiarlo, unas ramas bajas de otro pino … cuando me doy cuenta mi amigo se ha puesto a limpiar la plaza y todo alrededor. Ya no tiene remedio. Es cierto que había poco sitio donde tirar … pero ponerse a limpiar así, malo. Y eso que no lo rematamos, aún queda mucho. Yo me fui a otro pero no entró nada. El volvió temprano. Y? Me ha pasado casi lo mismo que a ti. No jodas. Sí. Ha entrado la piara bien temprano, por la izquierda, desde arriba. Y al llegar al claro sólo una guarra ha ido a rascarse. El resto se ha quedado quieto y se ha ido. Lógico. Al ver la limpieza, y olerla… Al poco oye un ruido, imagina que puede ser el verraco detrás. Enciende los aparatos y se pone a mirar a buscarlo. No lo ve. Siente algo debajo. Mira y lo tiene debajo del climbing, pegado al pino. Luna llena o casi. Enooorme. Dice que no ha visto en su vida un bicharraco tan grande. Y mira que tiene una buena colección. No sabe cómo sería el trofeo, pero grande …. Madre mía. Sabe que tiene que salir de allí, tiene el rifle cogido, encendido, aunque tiene pocos metros al moverse lo va a tirar. Seguro que se va detrás de la piara. En efecto. Lo hace. Lo mete en el visor. Dispara y … Joder el seguro!!!! Lo quita y ya no está. Segunda vida. Dice que le entraron más, sin entrar a comer.
Sigue soñando con él. Como yo.
Volví. Sólo me entraron dos pequeños.
Volví. Los dos pequeños. La piara sin bicho grande. Los tres tejones. Uno se levantó alarmado mirando hacia mi izquierda. Salió corriendo. Lo oí ya encima. Pasaba justo delante de mí. Lo miré. Era un navajero. Recogido. Oscuro. Se rascó los bajos. Rodeó el comedero. Me dije … probablemente no me entre el otro. Voy a mirarlo bien y a poco que me guste lo tiro. No entró, salió por el reguero.
Volví. La piara grande.
Soñaré siempre con él. Soñaremos.
Mieles en los labios