Este es otro capítulo de ese proyecto que llevo entre manos como es el libro de mis esperas, espero que os guste.
Jueves 23-8-2018
Desde hace unos dias mi tio está controlando un cebo que teníamos en el coto del pueblo y en el que la semana anterior abatió una hembra machorra con el arco que iba junto a 4 animales más. Pero a pesar del abate siguen tomando el cebo con mucha ansia y desespero, pero sin marcar muestras de que fuera la piara, cosa que nos gustó y mucho, ya que desde hace tiempo viene visitando el puesto un macho muy irregularmente, solo 1 vez a la semana a lo sumo. Así que como en 5 dias se habían comido alrededor de 15kg de maíz decidimos esperar esa misma noche para aliviar un poco el comedero de algún primalón y que la comida dure más tiempo en caso de que fuese la piara.
El día atardecía nublado y mi tio decidió que nos pusieramos más pronto pues habían lloviznado un poco y era posible que los animales se moviesen antes, no eran ni las 8 de la tarde cuando ya estábamos encaramándonos al pino los dos, el puesto a escasos 15 metros enfrente nuestra metido en medio de una pinada y a unos 100 metros de una senda en el rio muy transitada por caminantes así que el murmullo de gente andando y hablando era constante. La tarde transcurria sin mucho interés quitando el de las ardillas con sus juegos entre los pinos de rama en rama. La noche le ganaba la partida al día y las sombras caían sobre el monte mientras comenzaban a tomar vida los animales nocturnos y con ellos los jabalíes que esperábamos.
La luna ya en lo alto alumbraba el campo, el cebo a la perfección resaltado con esta luna me tranquilizaba, ya que en caso de tener que efectuar el lance podría hacerlo sin tener que encender la luz y con ello el animal estaría más tranquilo en su comida.
Entorno a las 11:15 se escucha una pequeña rama quebrar en lo espeso del monte, con una sola mirada cómplice mi tío y yo ya sabíamos lo que ello significaba y comenzaron a subir los nervios, pero nuevamente todo quedó en silencio, incluso los grillos pararon su cantar, era como si el campo estuviese muerto por completo y no fue hasta las 11:30 cuando nuevamente y a unos 30 metros nuestro se delató al salir de la senda y avanzar por el pinar. Los dos, inmóviles en lo alto del pino con los nervios a flor de piel tratábamos de divisar al jabalí que venía justo hacia nosotros por detrás hasta que en lo oscuro de la noche veo un enorme bulto negro, andando de sombra en sombra , a pasos lentos, tratando de descubrir cualquier indicio de la presencia de peligro y fué ahí cuando se me calló el mundo sobre mi y todos los demonios se apoderaron de mis miedos, dejé la funda del rifle a bajo, en el suelo junto al tronco del pino y el jabalí se dirigía directo hacia él, pero, no pasó nada, el animal pasó a su lado y ni se inmutó de aquello, y una vez sobre pasado ya sabía que no lo detectaría ya. El animal, desconfiado como él solo, no daba más de 3 pasos seguidos sin pararse en una sombra a escuchar y ventear mientras yo con la mirada fija solo deseaba con todas mis fuerzas que subiese al comedero y poder abatirlo. Pasaron unos eternos 5 min hasta que nuevamente se movió, creí que se lo tragó la tierra allí mismo y mis esperanzas ya casi habían desaparecido. Con ritmo tranquilo mientras soplaba se encaminó al rascadero donde estuvo unos buenos 10 minútos dándose unas friegas y delatando la presencia de una buena dentadura -aquello me emocionó más todavía si cabe- el guarro completamente entregado en rascarse paraba repentinamente para estar unos segundos en alerta y retomar su acción, una vez satisfizo sus necesidades ando un par de metros saliendo de las sombras y descubriendo su fortaleza, alto, morro arrugado y crin erizada y gordo como un tejón, al verlo casi me desmallo. Estaba a no más de 10 metros de mi un guarrazo enorme al que no podía tirar, no podía ni siquiera coger el mauser que descansaba sobre mi regazo mientras me hipnotizaba esa figura. El guarro debió de notar algo extraño pues, reculó hacia detrás y empezó a castañear sus defensas -jamás había oído algo así y daba verdaderamente miedo- como tratando de advertir a cualquier posible peligro que estaba bien armado y no dudaría en utilizar sus armas. Otra vez vuelta al silencio, 15 minutos de eterna agonía y desespero de intuir donde estaba, pero al fin de nuevo se movió, deshizo su camino andado y volvió a pasar justo por debajo de nosotros, estaba justo debajo de nosotros, tanto se cuadró bajo nuestra que podría dejar caer una piedra y golpearle la tapa de los sesos. Entre pasos y pasos, interminables paradas para tomar aires y soltarlos como un demonio, miro la hora en mi reloj, las 12:30, esto del tiempo que relativo es cuando estás en esa especie de Nirvana. Al fin vuelve al rascadero pero no lo toma, solo se para a observar y escuchar, una vez decidió que estaba todo en orden se encamina al cebadero, no más de 6 metros los distan y ha de pasar tras una gran mata, aprovecho este segundo que me brinda y agarro el viejo cerrojo y espero acontecimientos mientras sube el ribazo y entra en la plaza, miro a mi tio, me mira y asiente con una sonrisa, dejo que el animal cumpla, me tiembla todo, no logro ni acompasar la respiración pero me encaro el rifle, a todo esto el guarro ya había quitado un par de piedras y estaba mascando el rico maíz y trigo, es el momento, apunto a su paleta izquierda, lo cuadro y sin encender la luz aprieto el gatillo y suena el trueno… pero algo no me da buena espina, veo que el animal acusa el tiro pero salen las piedras que había tras el disparadas en 1000 pedazos, estaba claro que iba pasado, emprende una loca carrera arroyando con todo lo que encontraba en su camino y un ribazo más arriba escucho el típico grito como cuando se apaga la vida. Miro a mi tio y le digo que no va bien pegado pero creo que está cerca. Recogemos todos los trastos y bajamos del pino con cuidado, subimos al cebadero y ni rastro de sangre, seguimos su carrera tras sus pasos y más de lo mismo, nada de nada, decidimos volver a la mañana siguiente.
No pude pegar ojo en toda la noche, cada vez que los cerraba aparecía el guarro de noche imponente y repetía el lance infinitas veces con el mismo resultado.
No eran ni las 7 de la mañana y ya estábamos en su búsqueda, pero yo seguía sin entender como no lo había dejado allí mismo patas arriba. Llegamos al cebadero y ¡EURECA! Una diminuta pero roja gota de sangre, se confirmaba que iba tocado, nuevamente subida de moral y energía para su rastreo pero eso fue todo, una pequeña subida de adrenalina que no cuajó en nada pues pese a perder toda la mañana y una tarde entera varios dias después tras su búsqueda no logramos dar con el.
Pese a no cobrar el animal y no tener su trofeo puedo decir con la cabeza bien alta y orgulloso que ha sido la mejor espera de mi vida, la que más la he vivido y disfrutado junto a mi tio que además es padrino y con el que tantos viajes y km he hecho desde que era un renacuajo tras los jabalíes. Pero sobretodo la que más he aprendido de un gran maestro como lo fue este jabalí y poder verlo y vivirlo de tan cerca y en primera persona no lo cambio por ningún trofeo del mundo.