Lo que yo haría, lo que he hecho muchas veces, que no convence a mis amigos es...
Ir al puesto con calma sobre las nueve y media o diez, pues sé que entran muy tarde. Acudir pertrechado, además de con los bártulos habituales, con un buen bocadillo de jamón ibérico de bellota con rodajas de tomate natural de la huerta, una lata de cerveza helada y una botella de agua, para cuando empiece a pedirla el jamón...
Por supuesto que esa tarde, después de comer, la siesta habrá sido de pijama, orinal y beso a la abuela. Y a disfrutar de la noche hasta el alba, que en este tiempo es una maravilla el hacer esperas largas. Y a lo mejor, con un poquito de suerte, cuando amanezca Dios, ya hace un rato que tendremos abatido, allá en el cebadero, a ese jabalí recio e impuntual que no había dado palabra de acudir.
Que bonitas son las esperas cuando se quiere esperar...