VIEJOS AMIGOSAntes de contar el lance y que veais el vídeo, os pongo en situación. Aunque no se trata de un animal viejo, llevo varias temporadas tras él, pues es el macho dominante en mi cebadero, y hemos tenido multitud de encuentros de lo más variopintos, de los que siempre ha salido airoso, unas veces por su astucia, otras por la fortuna, y la mayoría por mi torpeza.
El animal hasta el pasado viernes, había entrado siempre en solitario. La primera vez que lo tuve en plaza, hace unos años ya, después de dejarlo comer durante varios minutos, al primer toque de luz pegó un arreón y estuvo más de 20 minutos de escucha en la zona tapada... Pasado ese tiempo volvió al cebo, pero lo hacía como si fuese un pointer de muestra, estirando sus patas y su cuello para llegar al maíz. Ni que decir tiene que cuando dí la luz y solté la flecha, al llegar esta a su destino el jabalí ya estaba bien lejos.
Unos meses después ya no aguantaba ni ese primer toque de luz, y al más mínimo resplandor, se largaba sin mirar atrás y protestando.
Cambié mi táctica e intenté abatirlo con láser y una visión nocturna casera acoplada. En la primera jornada de la siguienet temporada, tuve de nuevo mi oportunidad, pero el animal notó algo extraño tras varios minutos observándolo, y le tiré en movimiento cuando se largaba de la plaza. De modo que de nuevo volví a perder mi opción.
Buscando mi ocasión, volví a cambiar la estrategia, y lo cebé en unos bancales donde esparcí la comida durante varias semanas a modo de siembra, y allí, para mi sorpresa se presentó una tarde aún con el sol alto. Los más de diez minutos que lo estuve viendo hasta llegar a la zona de tiro, fueron de lo más intenso, pues el puesto era de suelo y el aire no estaba fijo del todo. Pero aquel día me llené de cochino, y después de tanto tiempo me precipité, pasando la flecha por encima de su columna en el peor tiro que posiblemente haya hecho nunca a un animal. De esa casi lanzo el arco al rio, pero tras comprobar que el tornillo de una pala se había aflojado y que las flechas con las puntas de caza se elevaban más de un palmo en 15 metros, maldije mi mala suerte, reajusté mi arco de cabo a rabo, y me rehice.
Al mes de aquello volvió el animal a esos bancales tras una tarde lluviosa... pero vino en mi busca y el olor a perro mojado aún sin anochecer, me indicó que estaba más cerca de lo que yo pensaba. Cuando intenté abrir el arco, salió corriendo a escasos tres metros de mí. Cerquita cerquita y a la misma altura.
Y por último, la temporada pasada en una espera preciosa, donde primero entró un grupete de bermejos huérfanos y más tarde un machete de segundo año con ellos, apareció mi berraco, repartiendo leña a diestro y siniestro, con carreras y gruñidos durante muchos minutos. Cuando se calmó la fiesta, y el animal volvía por la zona limpia a su comida, rocé el tronco del pino al abrir el arco por estar fuera de la posición de tiro ensayada, y se volvió a largar con saludo incluido para mi desdicha.
Nos hemos visto alguna que otra vez más, pero sin opción de lance, pues aunque nunca me encontraba en mi treestand, sabía que yo le seguía los pasos, y fueron muchas las noches que rodeó el cebo sin intención de pisarlo.
Dicho esto, ya conoceis el origen del título del breve relato "viejos amigos". Y es que nuestra relación, era bastante íntima.
La espera. 19/06/2020.Habreis supuesto ya que estos últimos años me los he pasado intentando abatir este animal sin éxito, pero esta atípica temporada, tras el largo parón provocado por el maldito virus, observé que el jabalí había modificado su conducta, dejando de acudir en solitario al cebadero, y apareciendo en ocasiones junto a un grupo de seis animales de igual tamaño. Tenía claro que esa podría ser mi oportunidad, y en torno a ella planifiqué mi arranque de temporada.
A las 8 de la tarde, ya estaba yo subido a lo alto de mi treestand, esperando posibles acontecimientos, y es que el puesto andaba muy caliente. La brisa del levante cumplía, y todo estaba listo. Sobre las nueve y cuarto, primer sonido de ramas en el barranco que tengo justo en mi frente, y unos minutos más tarde siento un animal moverse en la zona tapada, a mi izquierda. Pero no da la cara, y el ruido se pierde, hasta que casi veinte minutos más tarde, oigo claramente un jabalí tomar aires. El animal ni se delata ni hace ruido alguno, y yo como estatua de sal pienso que, ya no estoy solo.
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J.M. M.M, en Flickr
Pero cae la noche, y pasadas las diez, empiezo a sentir movimiento por mi derecha. A los pocos minutos aparecen por la zona limpia el grupo de los seis jabalíes, todos muy parejos de tamaño mediano. No vienen con prisas al cebo, al contrario, siguen hacia delante cada uno por un lado, como cuando van de careo. La tierra es blanca y los veo claramente, pues pasan a escasos cinco metros de mi pino sin cortar mi rastro de entrada. Cuando pasan el cebo de largo giran, y entran todos a la pinada, para bordear la comida tomando aires. Es el principio de temporada, pero siguen siendo jabalíes castigados, y son bastante precavidos.
Mi cebadero está en plena umbría, en una zona muy oscura, donde no se distinguen más que los negros bultos cuando empiezan a salir a plaza. Poco a poco van apareciendo y cuento a los seis comensales dando cuenta del grano, bastante tranquilos ya. Ellos están agusto y yo esperando, hasta que de repente algo asusta a los animales que dan un pequeño arreón. Permanezco atento, pues se siente subir un séptimo animal barranco arriba, justo donde antes de anochecer lo escuché moverse. Hasta que aparece en plaza un bulto de mayor tamaño.
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Me saco los ojos intentando distinguirle, pues se entremezclan unas sombras con otras, hasta que veo que reparte leña y se queda solo en medio de la plaza. Ya tengo claro que es mi "viejo amigo". Entonces es cuando empiezan las dudas de como hacer la faena. Sin luz es imposible tirar, y con ella, lo normal es que se marche. Sabedor de lo que me podía encontrar, tengo el tiro rápido muy ensayado en casa, pero lo último que quiero es dejar ese animal malherido, así que tiene que estar en buena posición para intentarlo.
No quiero precipitarme, pero no puedo demorarme. Este animal igual que viene se va, así que hay que hacerlo ya.
Hay varios animales a su alrededor, así que doy un leve chispazo para ver si consigo distinguirlo.... tan leve es el fogonazo que ninguno reacciona, pero a mí me sirve para ubicarlo, así que abro el arco, anclo y me voy en su busca.
Cuando enciendo la luz para tirar, el animal se ha movido y está de cara a mí, así que apago rápidamente.... pero ya se ha asustado, y veo que se sale del cebadero a la zona tapada. No anda más de cuatro pasos, cuando se da la vuelta y vuelve a entrar. Imagino que la tranquilidad que le transmiten el resto de jabalíes, le hace confiarse por esta vez. Yo sigo con el arco abierto, y tengo claro que en cuanto el bulto se haga largo, me la voy a jugar.
Esos segundos se hacen eternos, hasta que llega el momento. Intento centrarme y encararme lo máximo posible al animal antes de encender la luz, y tras el fogonazo rojo sale la flecha volando, y se produce la estampida.
Los animales empiezan a bufar y tomar aires alrededor del puesto enseguida, y yo pongo otra flecha sigilosamente. Mientras ellos me rodean por un lado y otro yo solo intento adivinar si lo he hecho bien, y aunque puedo tirar algún otro gorrino que veo moverse por las orillas, ni lo intento, pues ya solo estoy pensando en el gorrino grande. Pasan unos minutos hasta que el resto de jabalíes se marcha barranco abajo, y justo en ese momento me parece sentir un tarameo de ramas en mi frente, pero no puedo distinguir nada claro.
Ahí es cuando empiezan las dudas.... el tiro tenía que ser muy rápido, y aunque he visto el pin en zona de muerte, mi sensación es que podría haberse quedado algo trasero y alto, pero por otro lado pienso que la zona vital de un animal tan grande es mayor que la que yo entreno en casa, y allí las meto en el sitio. En fin... deseando bajar a ver la flecha que había quedado tendida en la plaza. Aviso a mi padre que está en su postura, y 40 minutos más tarde bajo del pino.
El tubo de la flecha está empapado en sangre de buen color, y mi primera sensación son pulmones. Pero en las plumas lleva algo de restos, y aunque no me huele mal, me dice que esa sensación de tiro trasero coge fuerza. Me pongo a buscar sangre alrededor, pero no veo más que dos gotas en la zona del impacto. Empiezo a abrir el abanico, pero nada, ni una sola gota. Llamo a mi padre y le informo de lo sucedido, así que con sabor de boca agridulce nos marchamos a casa para volver a pistear la mañana siguiente.
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Esta ha sido al primera vez que he grabado un lance en espera, así que al llegar a casa visualizo el lance como cien veces.... casi grito de la emoción cuando veo donde pega la flecha al bichaco en el salón de casa. Y es que por esta vez, la tecnología me estaba ayudando mucho. Me acuesto pensando que ese jabalí está muerto, pero que ahora hay que encontrarlo.
A las siete y poco ya estamos llegando al coto con nuestra perrita, que enseguida coge un rastro caliente monte abajo.... a unos 80 metros, sin ver un gota de sangre, el animal se detiene. Volvemos al puesto, y lo mismo en otra dirección. Los nervios empiezan a aflorar. No vemos sangre por ningún sitio, y la perra no discrimina el rastro del animal herido de los otros animales. Así que tras varias vueltas al perímetro, decido quitarle la trailla, y comenzar nosotros la búsqueda de esos primeros indicios del paso del jabalí herido.
Cada minuto que pasa se hace más desalentador, el monte está muy sucio, pero ni un solo manchurrón rojo en los matorrales, ni un a sola gota de sangre por ningún lado. El calor empieza a hacer mella en mi padre y en mí, que vamos buscando en los alrededores. Hasta que pasadas las nueve, vuelvo al tiro, y de rodillas en el suelo encuentro una gotita del tamaño de una uña a ocho o diez metros del cebadero. Bien poco es, pero me sirve para indicar a mi padre el barranco a buscar a continuación.
Está enfoscado a más no poder, y tras unas pasadas infructuosas en la ladera, me detengo al borde del mismo, justo encima de un talud de tierra de varios metros de altura. La perrita, que viene conmigo todo el tiempo, se echa hacia abajo moviendo el rabito, y yo incrédulo, empiezo a animarla....:- vamos Nina, vamos Nina!!!
Mi perra llega al fondo del barranco y se detiene, mira entre las matas y mira a mí.... Lo ha encontrado!!! No veo el jabalí pero le digo a mi padre, que está unos metros tras de mí, que lo tiene allí seguro. Me tiro barranco abajo y allí está mi gorrinaco al fin. Mi padre y yo estamos alucinando, nuestra cara es un poema. Podeis imaginar.
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La entrada del tiro es buena, justo por detrás de la paletilla y a buena altura, y la salida, como sospechaba, quedó algo trasera y baja. Por eso no había rastro de sangre. El animal es un macho precioso, con unas hechuras muy bonitas y una boca que quedará para el recuerdo. Pienso en la de noches que me ha robado el sueño, y ahora por fin puedo admirarle tan de cerca. Encima, el agónico pisteo junto a mi padre y mi perrita, han terminado de encumbrar esta cacería.
Allí mismo comenzamos a aviarlo y sacarle los bocados, y más que satisfechos y contentos nos volvemos para casa.
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J.M. M.M, en Flickr.
Equipo: Mathews vertix 28" 65# 85% let off.
Flecha: tubo beman mfx classic calibre 340 cortado a 29.
Punta: slick tric vipertrick 125 grains.
Peso total flecha: 580 grains.
Distancia de tiro: 13 metros
Distancia recorrida: 135 metros.