Buenos días, creo que el título del post lo dice todo. Ayer realicé mi primera espera con arco y el resultado fue un fracaso, pero no porque llegase a casa sin un jabalí cazado, sino porque las emociones y los nervios fueron tan fuertes que todo aquello que había entrenado anteriormente y que parecía tan fácil no salió. Empiezo el relato.
Me fui para el coto temprano ya que quería soltar alguna flecha antes de ponerme y asegurarme que todo estaba correcto. Ya llevaba entrenado como soltar desde la altura del puesto, abrir el arco y encender la linterna pulsando sin hacer torque, etc...
Sobre las 18:30 subí al puesto que instalé en una encina a unos 4 ó 5 metros de altura, donde había colocado hace tiempo un palé de madera fuerte que no cruje y que me permite tirar sentado o ponerme en pie sin hacer ruido alguno. La encina era frondosa y la preparé de tal forma que me diese buena cobertura lateral y por la espalda para evitar delatar mi silueta contra el cielo, pero que ninguna rama me molestase o diese contra el arco al abrirlo o manipularlo, tanto sentado como en pié. El puesto está ubicado en línea recta medida con el compensador de ángulos del telémetro a 14 metros del comedero. Subí con una cuerda todos los archeles a la plataforma, preparé todo tranquilamente y sin prisas y me senté cómodamente en mi silla, el arco de poleas colgado a mi lado, con una flecha de 580 grains y punta de caza Slick Trick.
La víctima de mi primera espera debía ser un jabalí macho jóven, de unos 40 ó 50 kilos que entraba solo desde hacía más de una semana y siempre entre las 20:45 y las 21:30 horas. Mejor un animal "inexperto" como yo para mi prueba de fuego. En teoría los nervios no debían ser un problema porque he hecho cientos de esperas con rifle y además hasta hace un par de años que se podía cazar con ballesta en mi comunidad autónoma, había abatido 3 ó 4 jabalíes con una ballesta a distancias de 15 metros, por lo que la sensación no iba a ser nueva para mi.
Poco a poco fue anocheciendo, el viento venía bien de cara y tras unos días de tiempo revuelto la noche prometía ser apacible. Los animales diurnos dejaron de escucharse, las mirlas dieron sus últimos sonidos y se hizo la noche. A las 20:15 horas escuhé ruido cercano al comedero y pensé que se había adelantado el comensal, puse el arco sobre mis piernas, cogí el monocular nocturno y observé, comprobando que era un zorro de buen tamaño. Tentado estuve de probar suerte con el, pero preferí no hacerlo por si el ruido de la suelta o dejar el zorro muerto o lo que es peor malherido y chillando en el comedero podían echar al traste la espera, además de que quería que mi primera pieza abatida con arco fuese un jabalí, por lo que dejé al animal deambular y olisquear por el comedero hasta que decidió marcharse.
A las 20:50 horas volví a escuchar algún paso, rama u hoja pisada aproximarse desde la espesura del monte hacía el comedero. Al principio era más rápido, pero conforme se acercaba al comedero las paradas eran más frecuentes. Cuando el animal estaba cerca del comedero identifiqué los pasos de un jabalí que me confirmó su típico sonido al "coger" los aires. Con antelación suficiente, volví a coger el arco y colocarlo sobre mis piernas. A las 21:15 horas el animal salío a la plaza y tras un par de vueltas y reboques empezó a comer. Esperé un par de minutos a que el animal se centrase en la comida, se relajase y me permitiese observarlo tranquilamente. Era el "elegido", el jabalí que desde hacía muchos días tenía seleccionado para mi bautismo con arco. Esperé a que el animal se cruzase completamente para iniciar el lance y cuando por fín se colocó correctamente cogí el arco. De repente toda la tranquilidad que había tenido hasta ese momento se desvaneció y empezaron los nervios, el corazón me iba a mil y parecía que se iba a salir del pecho. Me dije a mi mismo que tenía que tranquilizarme, había vivido esta experiencia muchas veces con rifle y unas pocas veces con ballesta a distancias muy similares, había batallado con grandes y astutos jabalíes y que uno tan pequeño no podía ponerme nervioso.
Pasados unos minutos que me parecieron horas, los nervios aparentemente se templaron un poco, mientras tanto el jabalí andaba a lo suyo llenando el estómago, levanté el arco, abrí despacio, pulsé un par de veces para ver su reacción a la luz y siguió comiendo tranquilamente y cruzado. Había llegado el momento que tanto esperaba, volví a pulsar y dejé la linterna encendida, apunté, el animal levantó la cabeza pero volvió a comer y...maldición el pin no se paraba, ¡¡¡estaba vivo!!!, parecía una puñetera mosca dando vueltas alrededor del cuerpo del animal. Decidí que no podía precipitarme y soltar sin asegurarme de que la flecha iba a la zona que yo quería, no deseaba herirlo, por lo que apagué la linterna, cerré el arco y volví a colocarlo en mis piernas.
Tenía que tranquilizarme, porque esto en los entrenamientos no me pasaba, fijaba bien el pin en el blanco y a distancias mayores agrupaba perfectamente. Volví a observar al animal con el monocular y los nervios se calmaron con el paso de los minutos. Esperé a que se colocase nuevamente en la posición adecuada y cuando lo hizo, volví a repetir la acción con el mismo resultado, pulsaciones a mil, el pin no se quedaba quieto y el animal que ya estaba harto de comer se mosqueó de tanto fogonazo con la linterna, pegó una arrancada y se metió al monte, donde sopló mosqueado unas pocas veces pero no llegó a gruñir. Se marchó despacio por donde vino, decidí dar por terminada la espera y retirarme antes de que llegasen otros animales al comedero y molestar lo mínimo al campo.
Como habéis comprobado la espera no fué productiva en lo que a caza se refiere, pero para mi supuso una lección muy importante en mi aprendizaje, ya que descubrí sobre el terreno que no es lo mismo soltar 200 flechas a un parapeto que una sola flecha a un animal, porque que las sensaciones y emociones son muy diferentes. Pero me voy satisfecho conmigo mismo porque mantuve firme la regla de no precipitarme en soltar la flecha y dejar un animal malherido por un mal impacto, me dí cuenta de que no iba a ser capaz de apuntar debidamente y preferí abortar e intentarlo otro día en mejores condiciones.
Cuando me quité del puesto llevaba el mal sabor de boca de sentir la situación como un fracaso personal, pero conforme pasaron los minutos y luego en casa ya en la cama, percibí lo vivido como una importante lección en mi proceso de aprendizaje y empecé analizar cada momento, para seguir evolucionando y disfrutar de este apasionante mundo de la caza con arco.
Volveré a mirar la cámara en un par de días y si el animal sigue entrando volveré a probar suerte y ya os lo contaré.
Un saludo.