Yo Taranis el trueno, respiro agitadamente tumbado sobre mi costado. Las convulsiones dañan y atormentan mi contraído vientre y en el pecho siento fuertes latigazos de dolor. Dolor profundo y grave, dolor como el que sentí cuando me mataron. Intensos y palpitantes calambres que van desde mis sienes hasta mi espinazo. Calambres, arcadas y dolor que por tremendos que los sienta no lograrán terminar conmigo. Hace siglos que estoy muerto.
Jamás pensé que abandonar el cuerpo de un humano pudiera ser tan terrible. Habitar su mente durante décadas pudo resultar a ratos tedioso y aburrido por los largos periodos de inactividad. Aún así el observar el mundo desde sus ojos, el mirar y amar la vida a través de su mente y ser testigo de sus grandezas y miserias bien vale la pena. Una y mil veces soportaría esta tortura que me apremia a dejar de una vez esta tierra, de una vez para siempre. Y que acabará con toda una estirpe de lobos milenarios y primitivos.
Lo abandono, lo dejo, ya no le hago falta. Ya no precisa de mis sentidos porque tiene los suyos propios. Ni mí vista, ni oído, ni olfato le son necesarios para desenvolverse y pasar inadvertido, tiene los suyos propios. Pronto comenzará un nuevo cambio en la caza que lo hará más silencioso cuando mate y también es fácil que incluya entre sus poderes el de ver en la oscuridad sin apenas ser visto. La intuición siempre fue cosa suya desde mucho antes de convertirse en depredador.
Poco le ha faltado para el desastre, para el abandono, para terminar de un plumazo con todo aquello en lo que cree y que lo han hecho llegar hasta aquí. Lo sé y lo siento ahora mismo, apostado a diez metros de una baña con su rifle emplumado y mimético mansamente aletargado en sus rodillas.
Un poco más repuesto me incorporo y le veo allí abajo en su atalaya entre rastrojos y girasoles, en su hábitat natural, confundido con su entorno. Igual que el tejón, el zorro o el mismo lobo acechando a su presa oculto tras la espesura, pero cerca muy cerca de su presa. Inmóvil y sereno aguardando el momento en que el macareno se digne a acudir a su baña de negro lodo que el pozo atesora en su húmedo vientre.
Mi época ha expirado, mi tiempo en la tierra se acabó. Pronto acudiré a ocupar el encame que me aguarda allá a lo lejos, en el mismo cielo de las bestias serranas. Cumpliré mi destino y me convertiré en una suerte de estrella. Una rutilante y vívida estrella que guíe en la oscuridad a todos aquellos humanos que en la noche cazan y que beben los vientos por sentirse un instante en plena y salvaje libertad.
No les guardo rencor porque uno de ellos segara impunemente mi vida, no todos son iguales. Prefiero creer en ellos y guardar la sincera esperanza de que un día puedan cazar y vivir en paz. Espero que un día sean capaces de deshacerse de todos los que pretenden ser cazadores y debieran primero conocer el significado de tan noble oficio.
Ahora apenas siento el peso de mi cuerpo sobre mis patas, estoy dispuesto a levitar. Lo miro y le veo mucho más resuelto, más discreto en sus disertaciones, mucho más indetectable y dispuesto a burlar a sus enemigos de nuevo. Una vez lamidas las heridas, la mala experiencia ha servido para endurecer su piel con una espesa capa de escamas más, para seguir adelante y volver a ser inaccesible al desaliento.
Las rodillas ya no le tiemblan al escuchar el crujir del monte bajo las negras pezuñas, ni el pulso podrá jugarle malas pasadas a la hora de apuntar. El temple ha anidado en su espíritu y está dispuesto a jugarle y ganarle la partida al más listo y curtido de los señores de la noche. Está listo para seguir aprendiendo una vez más.
Ya floto. En la ingravidez del etéreo aire serrano mi intangible cuerpo se desplaza sin ruido. Mientras me alejo ascendiendo hacía el firmamento veo acercarse un enorme guarro a la baña que acecha LOBACO.
Él hace tiempo que lo oyó, lo tiene tan cerca como para escuchar su respiración. Aún así no se inmuta y esperará el momento propicio que le brinde su presa para dispararle y darle muerte sin sufrimiento.
Ligero y raudo a la vez emprendo la última huida, con la satisfacción del deber bien cumplido y la certeza de haber conocido en el mundo a grandes personas a través de sus ojos.
-Tienes mis poderes, familia y amigos en tu nuevo caminar te deseo mucha suerte hermano lobo, es lo único que necesitas lo demás ya lo tienes tu.-