Vaya mes llevamos por lares extremeños. No recordábamos un septiembre tan amollecido y húmedo. Con tardes de nubarrones y tormentas apoyadas por borrascas de color panza de burra. La otra tarde recordé al poeta... ''Cae la tarde gris e hiberniza de diciembre, los colegiales estudian, monotonía de lluvia tras los cristales''. Pues ahí andaba yo, tras los cristales, incapacitado por el persistente mal tiempo para salir de espera. Imaginando a los jabalíes iniciando su careo nocturno, su deambular con rumbo en busca de querencias, metiendo la jeta en la tierra bravía, en busca de comida. La otra mañana pude ver, con alegría, como después de meses de sequía han aparecido de nuevo los trompazos en el suelo. Como les gusta arar el terreno, con que precisión y con que maestría busca en el suelo el jabalí su comida. Y al aguardista campero estos rastros le ayudan en su pisteo. Trompa grande, surco grande y si es cochino hermoso puede llegar a donde se guarecen los topos. Podemos poner cebaderos, rascaderos y revolcaderos pero el jabalí montuno buscará su sustento volviendo piedras, buscando bellotas, raíces, hozando hormigueros, alguna oveja muerta o el venado ''tieso'' por luchas de amores en los picaderos. Pero siempre, siempre, cuando empape el suelo, por lluvias tempranas de otoño nuevo, veremos los surcos dejados por ellos, en el valle, en los cerros, en la sierra bravía, que les da cobijo y ampara sus escarceos.