Amaneció el jueves Santo lluvioso en casi toda España.
Los planes de mi mujer de ir a Sevilla a ver La Madrugá se truncaron entre el mal tiempo y un incipiente dolor de garganta que la hicieron decidirse a quedarse en casa y ver por la tele las procesiones en caso de que el tiempo abriera y decidieran hacer su estación de penitencia. Día de pijama y tv, de afilar cuchillos, organizar archiperres e intentar escribir algo, entorpecido por el ruido de los niños peleándose por quien tenía el turno de la Play Station. Dia de pucherito caliente y de soñar con el campo, sabiendo que la hermosa primera luna llena de la primavera se encontraría oculta esa noche bajo un manto de nubes de tormenta.
Todo ello no hacía más que acrecentar mis ganas de salir al campo, pues desde hacía más de un mes que se vendió la finca donde cazaba, no había vuelto a ponerme de espera.
Tenía ya un nuevo coto y el lunes fui a montar los comederos. Llamé al guarda y me dijo que aún no estaban tomados y que además el tiempo estaba muy malo, con lo que desistir de hacer 150km.
Como con una hormiguilla en la barriga, un presentimiento me mantenía inquieto. Tenía que ir al campo, no importaba donde, tenía que ir.... Sabía que me tenía que encontrar con EL COCHINO DEL JUEVES SANTO.
Llamé al encargado de la finca donde suelo ir a cazar la berrea, para ver cómo estaba y preguntarle si había en la labor algún cochinete que hubiese traspasado las mallas cinegéticas y aunque con pocas posibilidades, hacerle una espera.
Me dijo que había visto la huella de uno que rondaría los 90 kg y que andaba solo... ¡No me hizo falta más!
-¡José, estoy allí en una Hora!
- Enrique, mira que está cayendo la de Dios¡¡
- Según el tiempo va a haber una tregua sobre las 9, y si no, da igual.... Pa estar en casa, prefiero estar mojado debajo de una encina.
Dicho y hecho, mientras mi mujer dormía una siesta toledana, preparándose para la larga noche que le esperaba, me levanté con sumo cuidado del sofa, preparé la mochila y el rifle (el arco en estas condiciones era un absurdo) y salí bajo una ligera lluvia de casa.
Camino a la finca, le puse a mi mujer un Whatsapp, cariño, estoy de aguardo ( la llamo cariño porque a veces se me olvida como se llama
) y con la lluvia in crescendo llegué a la cancela de la finca.
Como un ballet sincronizado, llegaba el encargado a la cancela al mismo tiempo que yo. Me bajé del coche y nos fundimos en un cariñoso abrazo. A los 500m me echó las luces indicándome que parara el coche paara que me montase con él e indicarme varios puntos donde había visto el Jabalí.
Vimos tres sitios distintos, con el coche patinando seriamente en los carriles embarrados con altas posibilidades de quedarnos atascado en la tierra greosa.
Al final elegí el segundo sitio que me enseñó. Era un cercado de unas 30Ha que lindaba con el monte, en el que había almendreos plantados en cultivo intensivo en calles perfectamente trazadas, de dos años de edad.
Desde la encina en la que me encontraba dominaba la posible entrada a estos almendros. Solo había dos, una a mi izquierda, a unos 90m que era la que dominaba y una gatera a mi izquierda a unos 300m que no dominaba por la orografía del terreno. Yo estaba a dos metros de la valla, mirando hacia ella, bajo una encina dominando la entrada este, mirando al norte. Si entraba, entraría por allí o por el lado contrario. tenía un 50% de posibilidades.
Poco a poco la lluvia iba disminuyendo y por el este se empezaban a vislumbrar los primeros claros. La luna asomaba ya y aunque no era noche cerrada, dejaba entrever su resplandor entre los jirones de nubes que parecían romperse con su fuerza.
La noche se estaba poniendo maravilosa, aunque un poco oscura, cosa que tampoco me importaba demasiado ya que en previsión le había puesto al visor la linterna Led roja.
A las 21.50 un resoplido me erizó los pelos de la nuca.
¡Me cago en la puta, que me ha entrado el cochino!. Como a un novato, se me puso el corazón a bombear a mil por hora.
Me eché el visor nocturno a la cara y ¡Allí estaba! al fondo de la hilada de almendros donde me encontraba, a unos 85m. Solté el visor y me encaré el rifle y... ¡Cojones , no lo veo coño, me cago en la leche que mamó....! Bajo el rifle con sumo cuidado y me vuelvo a encarar el nocturno. ¡Si, allí está! ¡cojones si es grande el mamón!.... Rifle a la cara de nuevo..... nada, que no conseguía verlo.
Decidí echarle la luz. Enciendo, pero con el agua en suspensión en el ambiente, y la neblina que había, seguía sin verlo claro. En un momento determinado, entreví el bulto, o eso me pareció. De repente el dedo disparó y los acontecimientos, como siempre se precipitaron.
Ante el fogonazo, me quedé sin ver momentáneamente. Oí la carrera y de repente, a simple vista lo veo chocar contra la valla en su intento de loca huida, rebota y arremete de nuevo contra ella volviendo a rebotar. Recargo y en ese momento el cochino, dirige su carrera contra mí. O me arrolla o pasa entre la valla y yo. Cuando está a 3m le repito el segundo en modo conejero, sin, creo, llegar atocarle un pelo. Esto hace que modifique su dirección unos grados hacia el norte y pase entre la valla y yo, como alma que lleva el diablo, en dirección a la gatera de la derecha, perdiendose tras el viso a 40 m. Cuando pasaba por delante de mi, le pude ver una mancha negra en la barriga sobre su plateada piel, tanto es así que dudé por un momento si no sería uno de esos cochinos cruzados alunarados, que aquí llamamos "Pios", pero creo que era sangre.
Llamé a José para que me echara una mano a pistearlo, pero en vez de entrar por el mismo carril que yo, entró por otro que había a mi derecha y por donde había huido el cochino, borrando sus huellas. No me importó demasiado pues pensé que iba a estar seco en el camino a la gatera. José no quería bajar mucho con el coche por miedo a quedarse atrancado y le dije que fuesemos andando. Me repondió que con esa clase de cochino, no iba andando ni de coña, Así que con mi rifle y mi linterna, me fui despacito para la gatera.
Cual no sería mi sorpresa, cuando al llegar, comprobé que no había pasado por allí, con lo que debía estar aún dentro de las 30ha cercadas.
Como José no quería y con razón meterse por las calles de almendros completamente embarradas por miedo a quedarse atascado, decidimos dejarlo y buscarlo por la mañana.
Al salir del cercón, por la puerta por donde había entrado el cochino, ví una huella, encima de las de mi coche, que salía. Eso me llevó a pensar, que el cochino, después del arreón, y mientras lo buscaba por la derecha, me dio la vuelta y salió por donde había entrado.
No he visto ni una gota de sangre, salvo la que le vi al animal en la barriga, pero esto, además de los trompazos contra la valla intentando salir, me hacen pensar que está pegado, y aquí esty, a las 4 de la mañana, sin poder dormir, esperando que se haga de dia para ir a buscarlo y para matar el tiempo que se me hace eterno, os escribo este relato, mientras de fondo oigo por la televisión a la banda de cornetas y tambores del Cristo de las Tres Caidas de Triana......
Ya os contaré el desenlace, que con suerte será EL COCHINO DEL VIERNES SANTO.