Respecto a las rapaces nocturnas, recuerdo en estos momentos a un cazador de ''oficio'' que permanecía tan quieto en los aguardos que más de una noche se le posó un mochuelo en la cabeza con la gorra de por medio. Menudo fenómeno!
Y en cuanto a poner comederos o algo que valga lo más mínimo, a día de hoy, no puedo, pues me quitan todo lo habido y por haber.
Cuánto amigo de lo ajeno hay por ahí! Y cuánto se aburren algunos, que sólo piensan en dar por donde amargan los pepinos...
En fin, paciencia. Te sigo, Esperista, adelante...