No os podeis imaginar lo que estoy disfrutantando. Merecerlas no las merecerá pero tampoco las va a leer y a mi me están sentando mejor que tres gin-tonics en fila india después de una buena caldereta.
Segunda entrega.
Te has vuelto a salir de rositas pero te han temblado todos “los palos del sombrajo”, no lo reconocerás pero estás cagado de miedo. Ahora mismo mientras lees estas líneas que alguien ha dejado en el parabrisas de tu coche y que ahora mismo está observando la ruina en que te has convertido.
Aquí, en el banco bajo la higuera estoy sentado, esperándote por si tienes algún “recao” para mí. Ahora que están las cartas boca arriba en el tapete, ahora que sabes que fui yo quién te denunció. Esta vez no te valdrán tus bravatas si quieres decirme algo tendrá que ser a la cara como hacen los verdaderos hombres.
País de tarugos donde los bancos hacen negocios a costa de los más desfavorecidos, los ladrones cumplen su pena esquiando y la mayoría de políticos ni quieren ni saben trabajar para el pueblo. Donde un ecologili con pancarta “sabe” más que un “paleto con boina” o al menos eso nos quieren hacernos creer. País donde un sinvergüenza sanguinario hace de las suyas y encima tiene una licencia donde pone “cazador”.
Pero no se me va de la mente el pobre corcino agonizante y tu cara de satisfacción mientras lo metías en el coche aún vivo. ¿Para qué? Cualquiera con un mínimo de sensibilidad al ver tamaña atrocidad te daría un par de sopapos sin dejar de ser buena persona.
Veo que ya me has visto pero no que te decidas a venir. Sigues leyendo porque tu curiosidad te puede, es una de tus muchas debilidades otra de las flaquezas que intentas tapar haciéndote el macho y el insolente. Te espero, tengo toda la tarde.
Esta vez sí que te has acojonado los años no perdonan, las “amistades” de las altas esferas suelen ser efímeras como un amor de verano quién te lo iba a decir a ti. Y la gente ya está cansada de escuchar la única conversación que tienes, lo buen cazador que eres. Miran para otro sitio cuando les hablas. Buscan entre las cuatro paredes del bar un punto donde fijar su atención para soportar un tío “paliza” que no demuestra más “sesera” que el cuadro que están mirando. Que sabrán ellos con lo “guay” que tú eres.
Pudiera ser que tu abogado consiguiera rebajarte la multa que será gorda, yo espero que no. Que tengas que trabajar mucho para pagarla, porque “currante” eres, quizá una de tus escasas virtudes. Que sigas haciendo de las tuyas cuando te recuperes, pero ya no será lo mismo. Las largas horas de reflexión que pasaste en el calabozo te han hecho dudar de ti mismo por primera vez en tu vida. Mi carta te llegó hallándote totalmente desarmado y te ha inducido a pensar que aunque tienes derecho a ser un “hijoputa” alguien además de mi cree que la vida merece mucho más respeto del que tu le tienes. Y las dudas son tu punto flaco, tu mujer ya no te teme y tus hijos cada día más grandes y más fuertes, más difíciles de pegar.
Y mira que hace ya mucho tiempo fuimos amigos o así lo creí yo. Cuando novato me encandilaste con tus palabras y pensé que eras un auténtico maestro en artes caceras. Que todas las animaladas que contaban de ti eran exageraciones, que no podías ser tan cabrón. Pero te pasó lo que al cisne de Esopo, que “ganaste crédito sin ciencia y lo perdiste en llegar a la experiencia” me bastó aprender cuatro cosas y convencerme que tu proceder era el de un canalla, un maldito canalla.
Te dejé, abandoné compañía y eso te supo a cuerno quemado. Harto de aguantar tus salidas de tono y tus burlas cuando lo único que me enseñabas era trapacerías y a creerme un segundón. Necesitabas un vocero para tus hazañas y yo me negué siquiera a susurralas. Así que mientras pensabas que no sería capaz de dar un paso sin tu ayuda recorrí el coto de cabo a rabo. Mientras tú inútilmente quemabas pólvora temporada tras temporada yo aprendí a disparar con los zorzales, esos que nunca me dejabas tirar porque no te parecían dignos de un cazador, como si tú lo fueras.
Después vinieron mis perros, infinitamente mejor adiestrados, alimentados y tratados que los tuyos cazaban más y mejor solo por agradecimiento. Mientras tu les pegas para quitarles los conejos de la boca a mi me los traen meneando el rabo.
No creas que no fui consciente que seguías mis pasos e indagabas sobre mis progresos, de cómo me observabas en la distancia y te ponías en mis puestos cuando yo me quitaba. Luego en el bar echabas la mentira sobre tu abultada percha curiosamente siempre mayor que la mía. Conozco las salvas con que “agasajas” el cielo de verano en lugar de abatir a las torcaces y ya no soy el único. Tiras a todas sin descanso un día tras otro, destrozas las querencias, a cualquier distancia aunque las pinches. Destrozas encinas y matorrales para hacerte un puesto donde tardarán meses en entrar sin recelos en lugar de aprender sus costumbres. No tienes remedio año tras año sigues sin tener ni puta idea.
Con las perdices eres igual, recuerdo un año que mataste media docena el primer día y entraste al bar exultante, a voces para que todo el mundo se enterara. Me lo escupiste a la cara y te contesté lo mismo que te contestaría ahora. Por culpa de ansiosos como tú pronto serán un recuerdo. No las amas ni respetas solo las codicias las persigues casi corriendo con saña, maldiciéndolas cuando las fallas que dicho sea de paso es casi siempre. Pocas veces he visto tanta avaricia en un rostro como una mañana en que te vi siguiendo una que habías herido no se me olvidará jamás. Tu ni me viste, ni me verás.
Con los corzos y cochinos haces igual, les tiras cuando te salen aunque sea con perdigones “por si suena la flauta” me dijiste alguna vez, acumulando otra más en el desván de tus barbaridades. Solo te importa hacer un circo con cada captura y si te cuesta mucho trabajo lo abandonas sin más, sencillamente aberrante. Con unos cuantos “colegas” montas un gancho donde te parece faltaría más no poder hacer como dices “lo que me sale de los guevos”.
Tampoco se me escapa que has intentado “mojarme la oreja” año tras año, imitándome según fuera el caso. Cuando habían codornices y yo mataba veinte te las dejaba caer sin reparo y tras tus ojos afloraba una envidia que te hacía rechinar los dientes. Buscaste perro inmediatamente, ni siquiera era tuyo. Te esforzarte en superarme aunque yo jamás haya competido con nadie pero dicho sea de paso que ni lo conseguiste ni volví a tropezarme contigo ese verano. Después mis perchas de torcaces volvieron a despertar tu codicia hasta el punto de madrugar más que yo para ocupar mis puestos. Los puestos que sin papeles pero con todo de las leyes no escritas de los hombres honrados me pertenecían. Me bastó adelantarme cien metros para abatir las palomas en tus “morros“ y una vez más “hacerte tragar quina”.
Y ahora que ya te has dado cuenta que no me haces ninguna falta, que mato los cochinos sin más ayuda que mi instinto y mi pasión te ha dado el “aberrunto” de dártelas de aguardista. Qué casualidad hombre viste que tenía un teckel y tu sabueso ya tiene una foto junto a un cochino aunque a decir verdad no le hace ni puñetero caso.
Te maldije muchas veces y sin embargo ahora me das pena. Tus andares cojitrancos y tu cabeza gacha me hacen pensar que estás comenzando a penar algunas de las barbaridades que tenías por olvidadas y pensabas que te iban a salirte de balde.
Lo que es la vida macho con lo que tú has sido. O mejor pensabas que eras porque tu castillo empieza a desmoronarse. Comienzas a sentirte inseguro y ya no te fías ni de tu sombra que era la única que te aguantaba hasta ahora. No creo tener derecho a dar consejos a nadie, al menos sin que me los pidan. Pero a un gusarapo como tú me voy a permitir el lujo de dárselos aunque solo sea por resarcirme de los malos ratos que me has hecho pasar.
Piérdete macho, vete muy lejos donde nadie te conozca. Deja a tu familia en paz que mejor les irá sin ti. Empieza de nuevo y aprende. Aprende a ser un hombre y no su caricatura. Un hombre que respeta a los demás y no se cree con más derecho que nadie por ser más trabajador, más bebedor y más osado.
La osadía puede ser una virtud, pero para eso debe ir acompañada de la humildad y tú esa palabra ni siquiera la conoces.
Me largo, no vas a venir y de momento has tenido bastante.