Esta mañana, por primera vez este año, he visto a los cernícalos primilla cerniéndose en el cielo. Seguramente llegaron hace días pero, ya digo, hoy los vi de nuevo por primera vez. Ya vi llegar a las golondrinas, a los aviones, a los vencejos y abejarucos, azote de los apicultores. Es primavera y los pájaros viajeros se agolpan a las puertas de España para ''tomarla'' una vez más. Tiempo de corzos, de recechos mañaneros y de esperas en los atardeceres sombríos, cuando el sol corre a ocultarse. Alguno habrá que ya tenga el primero de la temporada, de cuerna recia y plagada de ''lágrimas de resina''. Yo me encuentro tranquilo en el encame. De mañana, a primera hora, una nube recia y negra me mojó el lomo, empapando mis cerdas y mi cuero pero ahora no, ahora un tibio sol me acaricia y me adormece. Resoplo expulsando aires y cargo mi interior de otros nuevos. Ayer, al atardecer, empecé mi careo. Me dirigí a la baña de la fuente y capté olores de hembra en celo y del hombre que me persigue. Deja rastros tenues y poco claros más no debo descuidarme pues su estampa me ronda y me atosiga. Ya veremos que pretende y cuales son sus intenciones... Un ruido me hace dejar de pensar en todo esto cuando aparece una liebre a pocos metros de mi cama pegando un respingo al descubrirme. Tranquila, compañera, contigo no va la cosa. Que respeto me profesan los animales del monte y que orgullo me invade al saberlo. Y es que, sin ser presumido, mi porte, impone. Unos dicen que soy feo, otros que soy bello y no es lo uno ni lo otro... Soy tosco y salvaje y punto. Tiempo de primavera, esta época si que es bella, huérfana de rigores invernales y ausente de calores veraniegos. El campo me da comida abundante y agua limpia sin tener que exponerme a préstamos envenenados de pitanzas fáciles y líquidos atrayentes como cantos de sirena. Mis ojos se cierran pero no mis oídos que permanecen, junto a mi jeta, despiertos. El día pasará rápido y raudo sin pretender meterle prisa y cuando la noche llegue, volveré a la fuente, buscaré a esa hembra, hundiré mi trompa en la ribera... Comeré lo que quiera, buscaré la siembra, incluso puede que asalte la huerta y al alba, cuando todo se renueva, me iré a mi encame, junto a la charneca, dejando que mi cuerpo vuelva a tocar la tierra.