Ríos de tinta han corrido en la literatura cinegética y miles de historias se han contado acerca de lo peligrosos que son los navajeros y sus colmillos. Pero menos, mucho menos, se ha comentado sobre la agresividad de las hembras de jabalí, sobre todo cuando se aprestan a defender a sus rayones. Dicen que para muestra vale un botón y yo dejaré en este post más de uno. Ocurrió hace años, en un aguardo de entre tantos. Dominaba la entrada a un charcón, muy querencioso por los rigores veraniegos y arrimado a los encames. Un sitio magnífico. Ya de noche sentí venir a la piara directa a mi posición y entre sus escarceos se adivinaba la presencia de varios rayones por sus gruñidos y quejidos infantiles. Llegaron a las cercanías del agua y barruntándola, se abalanzaron a ella. Eran varios, entre chicuelos y grandes. En menos que se tarda en contarlo, el aire revocó y me sacaron. Se armó la marimorena y corrieron animales por todas partes menos una cochina, grande y trompetera, que se me vino al puesto, buscándome y gruñendo, con intenciones poco sanas para mi persona. Le estaba echando el ''humo'' a todo trapo y no reculaba... Me encaré el rifle y le hablé en alto... ''Hasta esa mata tan cercana te dejo llegar, si continúas, dejaré huérfanos''. Pareció entenderme y un poco antes del punto convenido, se paró y me riñó muy alto. No las tenía todas conmigo, lo confieso, pero después del espantoso sermón, se giró, marchándose, haciendo breves paradas para indicarme quién mandaba allí. Que desagradable me hubiera resultado el tener que matarla, siendo una guía y una madre tan brava...