Perdón por la tardanza, no he tenido mucho tiempo, ahí va la segunda.
Segunda parte:
A la mañana siguiente me pongo en marcha hacia la finca como todas las mañanas a currar, esta mañana me levanto un poco antes para llegar pronto por aquello de revisar si hay sangre con la luz del día. Pero lo único que puedo observar son las huellas del cochino en dirección al monte. Tal y como yo pensaba, me enseño las orejas y se marchó.
En ese momento observo algo que me sorprende: y es que la acequia que sale por el maíz está totalmente hozada y con síntomas de revolcarse en ella. Y recuerdo perfectamente que anoche buscando la sangre corría agua por ella ya que mi padre dejó regando el maíz, por lo que pienso que han debido entrar de madrugada después de disparar yo y después de cortar mi padre el agua.
Termino de currar por la tarde sobre las 8 y le comento a mi amigo que estuvieron hozando y revolcándose después de irnos nosotros. Debatimos si dejarlos unas noches por si entran al maíz o volver esa misma noche, pero el fallo de anoche en nuestra cabeza y las ganas de remendarlo nos llevan a volver de nuevo. Aunque sin mucha esperanza, la verdad.
Nos sentamos de nuevo en el bancal donde tenía el maíz, debajo de nosotros otro bancal sembrado de alfalfa, y a la izquierda de este las junqueras donde fallé anoche y la acequia donde se supone que entraron después. Enfrente la inmensidad del monte separado de las siembras por un río, que por las fechas no llevaba gran cantidad de agua.
El escenario es inmejorable, la calma se va apoderando poco a poco y el cielo se oscurece cada vez más, recuerdo la sensación de bienestar, el olor del maíz y el sonido del viento rozando las ramas que constantemente me ponía en tensión.
Pasan las horas, después de muchos sustos de ruidos extraños, unos reales y otros imaginados seguramente, el cansancio va haciendo mella en mi, y la esperanza de que el jabalí entre se marchó hace bastante rato. Son las 12:10 y mi amigo me comenta al oído que mejor nos vamos ya, que mañana se trabaja. Le digo de aguantar 10 minutos más. Que se convierten en media hora más.
Cuando estoy levantándome mi amigo me coge del brazo, y me sienta de nuevo señalándome que este en silencio, que le parece haber escuchado algo. Me siento a escuchar, y efectivamente se escuchan piedras rodar levemente en el río, pero no me convence que sea el marrano puesto que el de anoche entro corriendo y lo escuché desde muy lejos.
Me quedo mirando fijo hacia el río, por si se viese algún bulto moverse o algo que delatase la procedencia de esos ruidos tan leves y que apenas se diferenciaban del correr del agua.
Entonces veo entre la más remota oscuridad del bancal de alfalfa lo que me parece es un bulto negro en mitad del bancal, a solo 40 metros, pero no lo tengo claro, dudo si ese bulto ha estado ahí toda la noche o si por el contrario es al que esperamos. Me parece que se mueve, si… no hay duda que viene hacia nosotros, está a tan solo 20 metros.
Le toco a mi amigo el brazo para que de la luz, alumbra con la linterna pero al estar la alfalfa bastante alta no lo lograba ver con claridad, levanta la cabeza para coger aire y ahora si le veo perfectamente. El punto de la escopeta encima y disparo.
Este jabalí me vuelve a hacer la de anoche, corre a toda prisa por donde ha venido atraviesa el bancal de alfalfa, la última vez que le veo se esta metiendo detrás de la vegetación que nace en la orilla del río, lo pierdo de vista pero se escucha correr cruzando el río y va monte arriba. Otro que se me marcha? … No puede ser…
Mi padre viene al escuchar el tiro y nos ayuda a mi amigo y a mi a mirar si hay sangre por algún sitio, alumbramos con las linternas por donde lo vi marcharse pero ni rastro de sangre.
Mi cabreo es monumental, mi amigo ya no se burla intenta consolarme pero no hay manera, digo que es la última vez que voy a cazar, y me lamento mil veces. Y estoy totalmente convencido de que no voy a volver nunca más. Se acabó, esto no es para mi.
Vuelvo a pasar la noche sin poder dormir absolutamente nada, preguntándome una y otra vez que ha podido pasar. Dando le vueltas y vueltas a la cabeza. Y así hasta que amanece y suena el despertador que me invita a ir currar otro día más, y a pasármelo entero imaginando como me hubiese sentido si fuese abatido alguno de los dos jabalíes. O quién sabe si era el mismo.
Llegamos a la finca de nuevo a eso de las 7:15 de la mañana, mi padre me pregunta si quiero ir a revisar de día por si se viese algo de sangre o algo, pero yo me niego porque prácticamente ya tengo asumido que va a ser en vano y porque aún sigo con mi cabreo, y mi negación a volver a cazar o tener nada que ver con ello. Finalmente lo pienso mejor… el rato que este haciendo el paripé de buscar la sangre es rato que me quito de trabajar, así que accedo y me apeo del coche.
Mi padre va un par de metros delante, cuando se para y me mira con una cara de sorpresa, que pasa a transformarse en una carcajada. Me dice: “ Ven anda, mira a ver esto que es”.
Al acercarme veo un chorro de sangre impresionante, como si coges una botella de 2 litros y la vas derramando. Mi padre lo sigue y yo voy en lado opuesto para ver si procede de donde disparé, y así es. Me acerco corriendo porque mi padre está llamándome y sonriendo con cara sospechosa de nuevo.
Y allí estaba, a escasos 20 metros de donde le tiré, un machete de unos 60 kg más o menos. Que me dejó sin habla y me dio una de las alegrías más grandes de mi vida. Recuerdo ese día como uno de los días que más felicidad me ha dado la caza. Uno de los días más especiales e increíbles, y por el que ya jamás pude ni podré dejar esta afición tan sorprendente, cargada de miles de sorpresas, de sensaciones cada una diferente y especial. Y que los que la entienden saben perfectamente de lo que hablo.
A partir de ese día ya no hay vuelta atrás, y aquí estoy.
Espero que os haya gustado o al menos entretenido por un rato.
Un saludo.