Para mi todos los relatos merecen un sobresaliente, pues están escritos desde el entusiasmo y la afición del narrador de turno. Seguramente, arrimados unos cuantos amigos a la lumbre de encina, esos relatos alcanzarían la categoría de ''matrícula de honor'', sólo con ver la cara y expresiones del que, en ese momento, contara la historia. No se deberían perder las tertulias de caza, ya que se pierden en la noche de los tiempos. Demasiados móviles y demasiados mensajes y la gente, incluidos los cazadores, cada vez se reúnen menos, cada vez se tocan menos, cada vez se alejan más de lo que debería ser el después de la caza, la historia contada en vivo del lance vivido. No, jamás se deberían perder los relatos de chimenea, transmitidos de abuelos a padres y de padres a hijos.