Instinto de cazador... Unos lo conservamos y otros no. Progreso, evolución e inteligencia llaman a ''eso'', a no tener instinto de caza. Bien, de acuerdo... o no. Para mi, que sigo teniendo ''instinto'', la cuestión de no tenerlo no es un avance, si no un acomodo del hombre al mundo moderno, a eso que llaman ''civilización''. A las pruebas me remito. Un corte de luz o agua por unas horas, dos cosas que no tienen los pueblos cazadores que no están ''civilizados'', suponen al ''primer mundo'' un caos que si se prolonga más de unas horas puede llegar a provocar el pánico entre ''los inteligentes''.¿Y qué tiene que ver ésto con la caza?, me dirán los urbanitas. Pues mucho, tiene que ver mucho. La caza, el ejercicio de ella, nos estimula a buscar soluciones ante los problemas. Si no hay agua, a saber buscarla. Si no hay luz ni calor, a saber crearlos mediante un fuego. El mismo fuego que sirvió al hombre para calentarse y asar las piezas cazadas. Las mismas piezas que con las proteínas de su carne propiciaron que nuestro cerebro se desarrollara más para llegar hasta nuestros días. Hoy, tal y como están las cosas, si desaparecieran los supermercados, muchos las pasarían canutas, pero reconocen que por sus familias y por ellos, cazarían. Ah, coño! Entonces nuestro ''instinto primitivo'', tan prehistórico, tan arcaico, es ''algo'' que serviría y mucho a los que no lo tienen para volver a empezar. Y todo lo que sirve para empezar algo bueno, es válido e imprescindible por mucho que se empeñen los anticaza en demostrar lo contrario.