VISITA A LA SIERRA DE QUESADA
Quesada es un pequeño pueblecito que pertenece a la provincia de Jaén, y que linda con otras poblaciones pertenecientes a la Sierra de Cazorla, y que acoge dentro de sus cientos de Hectáreas de sierra, al denominado Parque Nacional de Cazorla. Verdaderamente es uno de los pulmones ecológicos de Andalucía y de España. Posee una fauna muy diversa, al igual que una vegetación importante, contando con los árboles más antiguos de Europa.
Allí se encuentra el nacimiento del Río Guadalquivir, el cual va dejando su impronta, a lo largo de los desfiladeros que dibuja esta maravillosa sierra. Restos arqueológicos, fósiles y demás testigos del pasado, enriquecen la curiosidad del excursionista y hasta la de los arqueólogos más expertos.
A raíz de un accidentado incidente de salud de un buen amigo, decidí que después de varios años sin ir, debía y tenía la obligación de acercarme a realizarle una visita. Mi amigo reside por cuestiones laborales en un cortijo situado al mismo pie de la sierra de Quesada. Yo creo que Dios le ha concedido la posibilidad de realizar una vida llena de complacencias, debido al entorno privilegiado del que dispone en Quesada.
Una vez acordada la fecha, me dispuse a preparar lo necesario y a saborear imaginariamente los días previos a la visita, las excursiones y las actividades que íbamos a realizar en ese fin de semana.
Después de los abrazos preceptivos y de comprobar que su salud se había reestablecido, disfrutamos a nuestra llegada, de un café de no menos de dos horas. El viaje me pareció realmente corto y la distancia entre Manzanares y Cazorla más estrecha de lo que amenazan los mapas. La conversación fue amena y cargada de recuerdos, añoranzas y de tiempos vividos años atrás. Al caer la tarde nos dispusimos a efectuar un pequeño aseo, para acercarnos al pequeño pueblo de Quesada, distante del cortijo a escasos 4 km o 5 kms.
Sin haberlo programado, tuvimos la suerte de coincidir con la celebración de la “Virgen de Tiscar”, Patrona de Quesada. Allí, a la plaza del pueblo, bajamos, y pudimos comprobar como los paisanos residentes, los emigrantes y los forasteros, inundaban la preciosa y pequeña placita histórica de la localidad. Ya sonaba allá al fondo, la banda de música, que despejaba el camino y predecía con sus notas de trombones y trompetas, la llegada de la Virgen, portada de hombros robustos que correspondían a unos cuantos jóvenes valientes del pueblo.
Después de la procesión, se volvió a cubrir la Plaza de murmullos y connotaciones alegres de sus habitantes, los cuales no dejaban ni una sola baldosa de la Plazuela, sin cubrir. En la parte más oriental de esta, emergía una preciosa y moderna pérgola, acogedora de músicos y clásicas orquestas. La noche se echó encima, y tuvimos la oportunidad mi esposa y yo, de rememorar con cierta nostalgia las verbenas típicas que se celebran en cualquier pueblecito de España y que por cierto, casi ya desaparecidas. La música se hizo notar y las agradables baladas acompañaban a jóvenes , maduros y veteranos matrimonios en pareja, a bailar. La fiesta se adentró en la madrugada , y las parejas de abuelitos “bailadores de salón”, aprovecharon a lucir sus comparsas ante los que al parecer éramos sus admiradores aquella noche.
Con cuatro copitas en el cuerpo y el animo a tope, procedimos a coger el rincón más deseado del cortijo para descansar y ver venir un nuevo día en la sierra de Quesada. El amanecer nos descubría, a través de la ventana, un paisaje fantástico, con unos picos de montaña, que se alzaban con ansiada y vertical altitud al mismo borde del cortijo. El colorido, debido a la época del año, era de lo más variopinto...verdes cromáticos, amarillos con diversas tonalidades y otros colores vegetales combinaban con el de las peñas más ocres de dicha sierra; y todo esto acompañado de una brisa que trasladaba hasta nuestros interiores, los aromas más fuertes de un bosque salvaje. A unos cientos de metros, en descendida pendiente, los olivares declinaban su sombra hacia un sonoro río, que daba frescura a las zarzas de frambuesa y moras que allí se recogían. Los almendros, las higueras, los manzanos y los higos chumbos, todos salvajes, daban alimento a las innumerables reses que allí salvajemente habitan. Al atardecer, podías en silencio, divisar en su salida del monte, a gamos, ciervos, cabras monteses y algún arisco jabalí....que alentados por el hambre avanzan en las penumbras, dando vida y fama al maravilloso “acotado”.
Ya temprano, mi amigo y yo, bajamos al pueblo, visitamos el caprichoso mercado de abastos con sabor añejo, y seleccionamos alimentos típicos, para darnos cobertura al resto del fin de semana. Embutidos de carnes de caza, frutas silvestres, algún marisco, y cualquier capricho más, salieron embolsados hasta el coche. Y después un chocolate calentito y unos churros típicos de la zona, nos dieron oportunidad para desayunar todos en la rustica cocina del cortijo.
Las migas son diferentes a las de la mancha, pues se realizan con una harina fina seca, no quedando en su final liquidas, parecidas algo a las nuestras; y las acompañan con melón, y os puedo garantizar que os gustarían. La sabrosa sobremesa se acompañó con un delicioso café expreso, y después.... a realizar un paseo por la sierra, llegando andando y sirva como ejemplo: al paraje donde nuestro inolvidable Rodríguez de la Fuente gravó la escena del águila imperial.
Al llegar la noche, algo rompió nuestra tranquilidad.....allá a unos 500 metros entre el maravilloso monte, algún “energúmeno”, dos años atrás, construyó una voluminosa y salvaje edificación, con la ocurrencia de celebrar macro-festejos, tal como bodas, despedidas de soltero etc,. Consiguiendo romper de forma abominable la tranquilidad y el sosiego, tanto de la fauna, como la de los que habitan desde hace decenas de años allí al cuidado de sus cultivos. Es lo que vulgarmente podríamos llamar un verdadero “delito ecológico”. Y me pregunto yo ¿cómo han podido los políticos de turno o los que gobiernan los ayuntamientos de la comarca, permitir tal brutalidad? Y más siendo un paraje tan próximo al Parque Nacional de Cazorla !!. Se iluminó toda la sierra, los focos cargados de amperios no dejaban resquicio sin iluminar. La música, con su estrepitoso ruido y potenciado con el eco de las montañas, las cuales forman en “bocanegra” (como asi se llama la finca), un anfiteatro en forma de concha gigante, intranquilizaban a toda la demarcación de pueblos que allí en pocos kilómetros a la redonda se recogen.
Mi preocupación no se extendía sólo a mi persona, al no poder dormir pacificamente aquella noche, sino que me intranquilizaba el pensar: ¿que “bicho viviente” podría habitar en aquel maravilloso entorno, con esa algarabía y que brutalmente el ser humano había ocupado....?. ¿Hasta donde vamos a llegar? Porque permitimos una y otra vez, que por cuestiones económicas, el hombre acometa infracciones en contra de la naturaleza. Son cuestiones muy graves...nuestra obligación no es sólo cuidar nuestro entorno ecológico, sino dejar una herencia a nuestros hijos, digna de un paraíso terrenal.
A pesar de esta sorpresa, que tiene preocupados a mis amigos, pasamos un fin de semana inolvidable, y que desde aquí, animo a que visitéis Cazorla, pues tengo constancia de que existen decenas de casas rurales, que os podrán hacer pasar unos días de relax y descanso incomparables....
Feder