[Manuel]

Os dejo el relato escrito del último jabalí cazado hace unos días.


Pocos veranos recuerdo en los que la llegada de las vacaciones se me hubiese hecho tan deseada. La temporada estaba siendo complicada, y no únicamente en el ámbito cinegético. Así que ansiaba el descanso y la ruptura con las últimas rutinas como agua de mayo. Pero una cosa es lo que uno espera y otra lo que la vida le trae, y fue en esa primera semana de vacaciones cuando mi abuelo paterno nos dejaba, tiñendo de un oscuro tono lo que se preveían coloridos días.

A tí van dedicadas estas palabras abuelo.

CARABLANCA

Pasados los malos tragos, mis objetivos estaban claros para los días de descanso venideros. Las tórtolas y torcaces de mediados de mes abrían boca, pero el plato principal era el aguardo del jabalí con arco. En esas jornadas tuve el tiempo suficiente para reubicar el nuevo puesto que meses atrás había preparado para esta temporada en mi coto murciano. No estaba dando los resultados esperados. Había elegido en principio, la subida de un barranco donde el aire ascendía en estos meses normalmente, pero en más de una ocasión estando puesto, la pluma que me indica la dirección del viento bailaba aleatoriamente, dando así al traste con mis aspiraciones.

Con ayuda de mi compañero Santi trasladé el comedero automático, escalera y treestand unas decenas de metros más arriba de donde se hallaba inicialmente. El nuevo apostadero se encontraba en una zona más elevada, donde las cumbres llanean. Hacía algo más de un mes que en un aguardo al paso en esa zona, además de ver animales, comprobé que el aire soplaba fijo en una sola dirección, sin revoques, y la confluencia de varios barrancos no variaba la dirección del mismo.  Dejamos todo listo a falta de los últimos retoques, y el comedero lleno de maiz, trigo y pipas.

Unos días de playa con la familia, y por fin la previsión meteorológica adecuada para escaparse a la sierra. Muchos meses habían pasado desde que no disfrutaba de la tranquilidad de poder salir de casa con tiempo, olvidando las prisas y las obligaciones. Mi padre, mi compañero habitual de caza, disfrutaba de sus vacaciones por tierras norteñas, y aunque su compañía siempre me es grata, aquella tarde agradecía la soledad del momento. Preparé mi equipo y recorrí los setecientos metros que me distanciaban del puesto como quien da un paseo, parando a contemplar  las cumbres en el silencioso atardecer. Los últimos metros  que anduve fueron más precavidos. Rodeando la zona de caza me encontré una trocha movida al borde del camino, que se encaminaba hacia el comedero.

A las ocho todo estaba listo. Como sospechaba la plaza estaba pisada, y del grano caído la noche anterior no había rastro. El suave aire cumplía el pronóstico y refrescaba mi rostro incesantemente. La enorme luna llena del mes de Agosto, preciosa, lucía en el azulado cielo, que poco a poco apagaba sus colores. Bajo ella la visibilidad era absoluta, pero mi posición estaba bien cubierta. Las ramas de la copa del pino en el que me encontraba y otros cercanos me protegían de la luz del astro. Lo mismo sucedía con la plazuela y sus alrededores, allí la oscuridad era total, y apenas se distinguían las siluetas de los chaparros que rodeaban el suelo con las nuevas semillas caídas. Era una de esas espectaculares noches mágicas, en las que sientes formar parte del apacible entorno, y el disfrute es absoluto. -Pocos lugares y momentos son tan propicios como estos para encontrarse uno mismo-.

Sobre las diez, entre el zarandeo de las ramas de los pinos vecinos agitados por el viento, me pareció escuchar un leve chasquido, pero nada claramente identificable. Me recliné sobre el asiento en lo alto del árbol y permanecí atento pues el sonido provenía de la trocha que descubrí al llegar. Miraba hacia esa dirección,  pero estaba todo demasiado oscuro, y solo algún rayo de luna que penetraba entre las copas de los árboles, iluminaba pequeñas porciones del terreno como si del haz de una linterna se tratase. Sin más, en uno de esos puntos claros, la cara blanca de un jabalí asomó frente a mí, y como si de un fantasma se tratase,  desapareció en silencio entre las sombras.  El sigiloso gorrino  se me había metido encima sin enterarme. Ambos estábamos ocultos e inmóviles, pero yo lo había descubierto, y él a mí no. 

Permaneció varios minutos petrificado, haciendo escucha, hasta que lentamente comenzó a avanzar hacia la comida. Estaba a catorce o quince metros de mí, masticando sutilmente el grano que encontraba, pero me era imposible distinguir su silueta en la penumbra. Dejé pasar algo más de tiempo para que el animal se confiase y comprobar que venía solo. Cogí el arco y encarado hacia su posición dí un pequeño destello de luz roja con mi linterna.  Apenas duró el tiempo suficiente para vislumbrar el brillo de sus ojos. No se inmutó. Otro toque con el arco apoyado sobre mis piernas y seguía de frente a mí, pero sin reacción temerosa alguna por su parte. Encendí la linterna del visor y esperé que se cuadrase. Sosegadamente vino a parar justo debajo del comedero, a escasos trece metros de distancia, y se colocó totalmente lateral a mi posición. Era el momento idóneo para ejecutar el lance. Abrí y anclé el arco, presioné el pulsador de la linterna, pero se había movido y su posición entonces era cuarteada de atrás hacia adelante. Mientras intentaba colocar el pin en su caja toráfica ví como giraba su cabeza buscando el origen de la luz, e instintivamente solté la flecha sin haber fijado el tiro definitivamente.

Tras el impacto el animal dió una pequeña carrerita hacia la zona más sucia buscando el barranco y su maleza, y a los pocos metros dejé de sentirlo. La flecha traspasó su cuerpo limpiamente y quedó tendida frente a mí. Pero el culatín luminoso se perdió en su cuerpo muy trasero y las dudas empezaron a asaltarme. Las oportunidades perdidas meses atrás, habiendo tenido animales cerca pero sin haber podido soltar una flecha, me habían pasado factura, y esa mirada hacia la luz me hizo precipitarme en el último momento.

Permanecí algo más de una hora en mi elevado apostadero, rememorando el lance una y otra vez. Me acerqué a recoger la flecha. Como sospechaba el tiro había cogido el estómago, los restos de comida en el tubo y plumas me lo confirmaban aunque el olor no era de tripa. Las plumas estaban empapadas de sangre y eso me alivió un poco. En el lugar de impacto no había más rastro que el de sus pezuñas al arrancar. Las primeras gotas rojas las encontré a unos cinco metros de distancia, y un poco más adelante una rama quebrada y manchada a dos palmos del suelo. El tiro había quedado bajo según mi intención, pero muy atrás, y la posición cuarteada del animal era mi única  baza para haber acertado en zona vital.


Tras esas primeras comprobaciones me retiré hacia el coche. Una vez allí empecé a movilizar a “la caballería” para el día siguiente. La noche se me hizo eterna y el descanso escaso. Por la mañana sin ninguna prisa, intentando dar el mayor tiempo de espera posible, pero sin dejar que el sol calentase la tierra volvimos al coto. Me acompañaba Santi, y también Fran con Bronco, uno de sus jadg terriers curtido en mil batallas cazando jabalíes al salto y siguiendo sus efluvios. Expliqué lo sucedido en el lance y la posibilidad de que el gorrino, empanzado, se hubiese refugiado en la maleza en lo más profundo del barranco hacia el que huyó (de ahí el traer un perro experimentado en acosar al jabalí). Mostradas las primeras gotas de sangre a Bronco todo sucedió muy rápido. El perro nariz en alto empezó a tirar de la trailla y nosotros a seguirlo escopeta en mano mientras observábamos que el rastro rojizo cada vez era más abundante. Llegamos a un punto donde el jabalí se había revolcado intentando taponar su heridas. Mi compañero y yo nos miramos temiendo lo peor, pero antes de comenzar la bajada encontramos tendido el inerte cuerpo del cochino. Impresionante el olfato de Bronco, que apenas echó la nariz al suelo un par de veces y nos llevó directamente al cerdoso recorriendo los ochenta metros en un suspiro.



El jabalí era un macho joven que rondaría los dos años, muy peludo para la fecha en la que nos encontrábamos, con la capa canosa. Las zorras habían dado cuenta de su rabo y morro durante la noche. El corte comenzaba en la panza del jabalí, cruzado de atrás hacia adelante atravesándolo diagonalmente. Como pudimos comprobar luego al aviarlo, no llegó a tocar pulmones, pero si parte del hígado y uno de los vasos sanguíneos que confluyen en él, provocando la mortal hemorragia. Un mal tiro con buen final.

El cuidado con el que el jabalí llegó al cebadero y sus peculiares cerdas blancas en el rostro me hicieron pensar que se trataba de un animal de mayor porte que por aquellos lares campea, pero aunque no se tratase del viejo macareno, fue una espera muy bonita, de la que me quedo con el instante en el que su carablanca apareció entre las sombras.

fin

[Jack]

Precioso relato y gran lance.

Que alegría tener amigos con perrete para ayudarte.

Gracias por contarlo, un saludo.

[adol]

Un guarro que te sabe especial ya que es de los complicados, ahi en lo tuyo encima de que hay pocos estan bien acosados por como se comportaba este. Y compartida la busqueda con buenos compañeros, ¿que mas se puede pedir? ya tienes bien cumplida la temporada, aunque no sera el unico.

[Manuel]

La verdad es que es un placer descolgar el teléfono y tener a mucha gente dispuesta tanto para pistear con el perro, como para sacarlo del monte, y otros tantos que porque les pilla un poco más lejos, sino seguro también se apuntaban.  Gracias Jack.

Gracias Adol. Desde luego este año oportunidades muy poquitas. Mucho estamos dándole al tarro para intentar poner alguno a tiro, pero esperemos que tengas razón y no sea el único.
saludos.

[Jondalar]

Estupendo relato Manuel!!!

Enhorabuena por el jabalí.

[colmilloblanco]

Buen relato,enhorabuena otra vez Manuel y gracias por compartirlo.

Bien por bronco que os llevo directo al lugar donde se encontraba el animal y aunque no se tratase de ese viejo macareno que siempre soñamos, quédate con el lance, el pisteo entre amigos y sobre todo el primer instante en el que viste a carablanca. Enhorabuena.

Un saludo.

[Manuel]

Gracias Jondalar y colmilloblanco.
Lo del macareno es lo de menos, con poder salir a cazar ya me conformo.
saludos.

[tizoneras]

Enhorabuena fenomeno

¿llegar y acertar ?
Eres unico como lo escribes, como todos tus relatos imsuperables
sigue asi que ya mismo tenemos otros iguales o mejores
un abrazo

[Buhogris]

Magnifico relato amigo.Me alegra enormemente,que este jabali abatido,te ayude a sobrellevar la perdida de esa persona tan especial para ti.Espero que puedas seguir dedicandole muchos mas para homenajearlo.Un abrazo y mucho animo.

[eduardo]

Manuel, me ha gustado mucho tu relato. Gracias por contar esa gran espera tan bien. Te acompaño en el sentimiento por el fallecimiento de tu abuelo. Un saludo.

[Manuel]

Tizoneras se venden caros por aquí este año, pero seguiremos subiendo a tomar el fresquito de la noche 
Buhogris, las vacaciones no pudieron empezar peor, y la verdad es que abatir el jabalí fue una buena alegría para terminarlas.
Eduardo encantado de compartir mis vivencias con vosotros.
Muchas gracias a los tres por todo, un saludo.

[lunero]

magnifico relato Manuel, enhorabuena!!!

[Manuel]

Muchas gracias compañero 

[LOBACO]

Hermoso relato y animal del que sacarás mucha y magra carne.
Enhorabuena de nuevo.

[Manuel]

Gracias Lobaco. El animal estaba bien hermoso y gordito, pronto le incaré el diente. 



saludos.