El sábado estuve en el Taxidermista por rematar cuestiones de la temporada y ver si me vendía unas tablillas que necesitaba. Me encontré con esto.
Por supuesto no hubo forma de sacarle de dónde (ni de quién) era. Hay que ver cómo se tienen aprendida la lección y qué celosos son de lo suyo. Lo único que me dijo fue: “Eso, de las telas, no es”. “Hombre, claro que no!” le dije yo, pero es verdad, mucha gente achaca estos defectos a “las telas” en el sentido físico, aunque por cuestiones de consanguinidad u otras… vete a saber!.
Es un venado muy grande (de cráneo y de rosetas), aunque entiendo que en la foto es difícil de apreciar (quizás por comparación con el otro). Me contó que hace años arregló uno de una finca de renombre de por aquí, que él mismo, como mucha gente, tenía visto desde años atrás. Careaba por los llanos de la casa y, año tras año, le salía un cuerno hacia alante y hacia abajo que le impedía comer normalmente. Al agachar la cabeza el cuerno daba en el suelo antes de que su boca llegara, por lo que tenía que girarla (la cabeza) e inclinarse. “Comía relamiendo de rodillas y con un carrillo pegado al suelo” y a pesar de todo, vivió muchos años “y se puso grande y fuerte como un mulo”. Cuando lo mataron su cuerno bueno tenía ocho puntas “y un rosetón así” decía, describiendo un círculo con las dos manos.