Fue en Agosto de 2012, concretamente el día 7.
En Enero habíamos estado monteando mi hermano Luis y yo en la finca del ........................... Allí matamos unos guarros buenos, especialmente yo (que ya era hora). Este entró zorreado y a 20 metros de donde teníamos el puesto. Yo lo tiré justo antes de cruzar el cortafuego, metido entre las jaras pero con una visión perfecta del animal, y a esa distancia tan corta, con el 300wby el guarro ni se encogió. Salió corriendo como un rayo cruzando el cortafuego y Luis, mientras yo recargaba el rifle, le soltó una pompa del 300 que lo dejó seco. Decían que no le había dado, pero yo no estaba conforme pues guarro parado a 20m……?
difícil fallar, pero bueno. Cuando terminó la montería, antes de ir a la junta, examinamos al guarro y se le veía perfectamente los dos impactos de bala, así que…. Guarro pa mí.
Allí conocimos a Martín y a Miguel, dos hermanos de los que hoy en día me congratulo de llamar Amigos. Mi hermano empezó a hablar con Miguel de Reclamo de Perdiz y yo, cuando empiezan a “dar de pie” cuniní, cuniní, me aburro. No es que el reclamo no me guste, pero tampoco me apasiona.
Empezaron a hablar por teléfono días después y al poco tiempo, mi hermano se fue con Miguel a su finca “............” y se quedó allí un par de días de reclamo de pájaro.
Cuando terminó la temporada, Miguel le dijo, que nos llamaría para hacer alguna espera en verano, y ese día llegó el 7 de agosto.
Me fui con mi hijo Agustín, que estaba loco por tirar su primer guarro, y tanto mi hermano Luis como Miguel, tuvieron la deferencia de dejarme el puesto donde sabíamos, por las fotos de la Trail cam, que sobre la 1 de la mañana entraba un buen marrano, para que Agu, viera algo en su primer aguardo.
Nos pusimos sobre las 20:30 y quedamos en que ellos me recogerían sobre las 2 si no tiraba antes.
El puesto era precioso, el tiradero de ladera a ladera, a unos 120m de distancia y abajo, en el vallecillo que se formaba entre el comedero y mi puesto, había una pantaneta, medio vacía por la sequía de aquel año, donde iban las reses a beber. Había una hermosa luna llena y yo me las prometía felices: Con mi hijo y un buen guarro en perspectiva ¡¡¡Que más se puede pedir!!!.
La noche fue cayendo, el viento brillaba por su ausencia y las reses, comenzaban a salir de su encame en lo profundo del monte, donde se refugiaban de la intensa canícula de esos días de agosto, en la sierra entre Fuencaliente y la Virgen de la Cabeza.
Comenzamos a ver reses en seguida, las ciervas con sus gabatos se acercaban a beber al pantano, cuando de repente, sentí la brisa en mi espalda, las reses levantaron la cabeza inmediatamente, orejas alerta, un par de ladridos y pies en polvorosa, ¡a tomar viento el aguardo!.
No me quería mover, pues desde donde estaba era el único sitio donde se dominaba el comedero, así que mi única esperanza era que parase esa dichosa brisita, que había saltado refrescándome el cogote y poniéndome los pelos de la coronilla como la cresta de una tutovía.
A partir de ese momento, el monte, que minutos antes rebosaba de vida y actividad, se sumió en el más absoluto de los silencios. Empezó a transcurrir el tiempo lentamente, que no hay nada peor que estar de aguardo sabiendo que estás venteando la mancha y que estás haciendo el canelo. Empecé a acordarme de Einstein y de su teoría de la relatividad (hay que ver lo que hacemos algunos para matar el tiempo), pero es verdad, todo es relativo: Si estás en un aguardo y empiezas a oír monte, y no ves al guarro o a lo que produzca el sonido, o estás viendo un partido de futbol y tu equipo va perdiendo y solo te queda ¼ de hora para el final…..el tiempo vuela, pero ¡¡¡hay amigo!!!, si tu equipo va ganando de uno, o el monte está más callado que un muerto, es interminable…. En fin, que todo es relativo (no sé si esta tontería tendrá algo que ver con el pobre Einstein, pero queda cojonudo).
Mientras tanto, mi hijo, empezaba a dar claras señales de estar hasta los mismísimos, pues si es uno, que está malito con los aguardos, y te toca un tostón…. Vale, ¡pero el pobre chaval!, la verdad es que se portó fenomenal.
Yo, en previsión, le había cogido la Nintendo y cuando me miró con cara de “papi, ¡¡¡¡Que coñazo!!!” le pregunté en un susurro que si quería jugar a la ninten y la sonrisa fue inmediata. Así que menudo panorama, el viento en el cogote, ni un movimiento en el monte, y mi hijo con la maquinita.
Pero yo sabía (gracias a la cámara) que el cochino entraba sobre la una, así que iba a esperar a ver si con suerte el vientecillo paraba o cambiaba.
Este conocimiento, me llevó a plantearme (no veas si estaba aburrido je, je) sobre la ética de la utilización de las cámaras. Está claro que si no llega a ser por la cámara, en circunstancias como las que tenía, normalmente, me hubiese levantado y hasta otro día, pero aquel día, yo sabía que tenía hasta la una, así que aguanté, con la consiguiente merma de espacio en mi pared de trofeos je je. Pero a lo que vengo es, si la tecnología nos está dando tanta ventaja sobre los animales, que hacen que estos casi no tengan la mínima posibilidad de escape, frente a un depredador que es capaz de estar vigilando y conocer sus pasos sin ni siquiera estar presente.
No sé, ¿le estamos quitando la pureza a la caza? O ¿nos servimos de la tecnología (visores nocturnos, Cámaras etc.) para ser más selectivos y no tirar sobre el primer guarro que se nos presente, evitando matar hembras?
En estas estaba cuando de repente ¡¡¡¡Buuuummmm!! Mi hermano Luis.
Al ratillo ¡¡¡¡¡Buuuummmmm!!! Miguel en el otro puesto.
Me alegré por ellos, pues me habían dejado en teoría el mejor puesto, pero la fortuna les había sonreído a ellos.
A eso de las 12, me di cuenta de que el viento se había calmado. Le dije a Agu, que estuviera atento, y a los 5 minutos, ya tenía a las ciervas bebiendo en la pantaneta. ¡¡Esto se anima!! pensé, a ver si ahora no vienen a recogerme estos dos que ya han tirado y me fastidian. Pero no. Ellos, como yo, sabían que hasta la 1 no entraba el guarro en mi puesto, así que, como me enteré después, estaban haciendo tiempo.
Yo quería que Agu tirara, aunque él, después de tres horas y media ya no prestaba atención y estaba liado con su maquinita.
A la 1 y 10, escuché tarameo en la cima del monte de enfrente y hacia abajo. ¡¡¡¡Ahí está!!! Puntual a su cita, pensé mientras lo localizaba bajando la ladera. Avisé de un codazo a mi hijo, que al levantar la vista de la maquinita, no veía nada en la oscuridad de la noche.¡¡¡ Allí, allí!!! le decía yo, pero entre que aún no sabe lo que tiene que mirar, y que estaba deslumbrado por el resplandor de la maquinita, no lo veía. El guarro debió barruntar algo, pues se paró en el comedero un momento y siguió su camino ladera abajo. ¡O lo tiro o se va! Pensé, así que cogí el rifle, le puse el puntito rojo en la paletilla y ¡¡¡¡¡BBBuummmmmba!!!! casquillazo del 270w en Sierra Morena. Dio una voltereta, se levantó, dio un arreón hasta el arrollo y dejé de oírlo de inmediato. ¡¡¡Ahí está seco!!! Pensé. En ese momento vi las luces del coche de Miguel, que venía a recogerme. Llegaron y me dijeron que habían tirado un navajero cada uno, y que estaban esperando a que yo tirara para venir a recogerme, pues estaban seguros de que me iba a entrar (yo después de la noche que tuve, no lo estaba tanto, que si no llega a ser porque el viento paró, allí estoy todavía esperando).
Fuimos al tiro y 20m más abajo estaba el guarro. Un navajerete bonito, que adorna mi pared y que nunca olvidaré, ya que en su tablilla reza: ................, E y A, 7/8/12: Enrique y Agu, el Primero que cacé con mi hijo.
¿¿¿¡¡¡Puede haber algo mejor!!!???