Y como se aproxima el finde...ya tenéis para entreteneros:
2ª PARTE
Nuestra vida sucedía, o entre placenteros momentos, saciados de tranquilidad y abundante comida, o entre momentos de constate alerta, tensión y verdadera angustia. Aquellas mañanas en las que nuestro despertar venía acaecido, por el estrepitoso ruido de las ladras de los perros y el estallido de las armas del ser humano, se convertían en nuestra obsesión para salir airosos de aquel infierno. El macareno me enseñó, como debíamos coger las veredas más bajas del monte, para huir. Y lo hacíamos siempre al oír los primeros ruidos, o bien el ruido de los automóviles o bien de las voces de los mismos humanos, ya que nos anunciaban el castigo sufrido de temporadas anteriores.
Aquella mañana amaneció con una suave lluvia fina, esta empapaba todo el arbolaje de nuestro monte, las gotas de agua colgaban del extremo de las ramas, al mismo tiempo que nos brindaban un pequeño reflejo de luz, al ser atravesadas por los vanos rayos de sol, que con mucho ímpetu y poco éxito, querían irrumpir en nuestra sierra. La cortina de agua dejaba vislumbrar por la ladera abajo, una mezcla de tonos grises, y que en momentos se traducían en un maravilloso “arco iris”, animando un poco el escaso ánimo de nuestro cansado cuerpo. Se dejaron oír en la lejanía los motores de los vehículos que usan los humanos, y eran muchos, el run-run de sus maquinas empezaba a gravarse de forma alarmante en nuestra cabeza...aquello anunciaba mal presagio!!. Nos levantamos, pues el encame de ese día lo situamos en los riscos que predominaban aquella mancha, era una solana que buscaba los inútiles rayos de sol, y que aspiraba a coger, a lo largo del día, el calor necesario para no cambiar nuestra ubicación. Paso a paso, con pausas muy prolongadas, caminamos, buscando los pasillos sombríos, cortando aire y realizando oído. El aire nos anunciaba el humo de una hoguera reconducida por la chimenea del cortijo del hombre, de allí se desprendían olores artificiales de potingues a la brasa....aquello era simplemente nauseabundo. Intentamos salir por nuestro escape, pero descubrimos que la retranca estaba cortada por algún impetuoso y atrevido humano.
Cambiamos la estrategia, nos enrolamos en elegir el marañal de la umbría, y allí, un poco distanciados de las piaras, nos cobijamos a esperar aconteceres...
Comenzó el infierno...las ladras de perros avanzaban por toda la sierra, allí habría mil, pues nos venían sus estrepitosos ladridos de todas partes...nos llegó a crear un estado de zozobra tal, que llegamos a quedarnos paralizados, la mirada la dirigía una y otra vez a mi compañero el macareno, y siempre consiguiendo la misma respuesta...mirada fría y cabizbaja, su visaje denotaba penuria y su semblante trasportaba preocupación...nunca lo había visto así !!.
Estallidos, relámpagos, y fuego que escupían los artefactos humanos, horadaban la sierra, rompiendo nuestro fino oído y haciendo que las piaras enloquecidas se pusieran a la exposición de los perros...de nada servían ahora los consejos de las viejas madres, y la experiencia de los años, pues se veía truncada por el pavor de aquel maldito momento. Intentamos salir de allí, guiados por nuestros fríos instintos, alcanzamos una traviesa que separaba el umbral de jaras, y allí esperamos, pues sabíamos que estábamos marcados a ambos lados del cortadero, por los ya conocidos blasones.
Breve espacio de tiempo pasó, llegó un puntero negro amastinado y viejos alanos, que nos apresuraron en la huida, y atrevesamos la traviesa zigzagceandola, y con fortuna, al escurrir las balas que salpicaban entre nuestras patas, llegamos a su extremo, y con bríos indómitos, tumbamos las altas y espesas jaras, que pronto dejamos atrás. Los perros agilizaban el futuro encuentro y las distancias se acortaban hacia el recodo del hondo río. Crucé el agua antes que mi congénere, crucé y me alejé sin pensar en nada, solo me acarreaba el ansia de huir...
A lo lejos percibí como una lucha indómita y salvaje se originó en las sonoras aguas del rió. Los aullidos se mezclaban con alaridos de dolor, repitiéndose sucesivamente y originando sentimientos de dolor en mi corazón...se hizo interminable, mi desesperanza se agudizó, cuando mi compañero de andanzas no llegó, mi escudería había culminado ese día, todo habría terminado, y mi labor cerraba una página importante de mi extinguida vida... CONTINUARÁ.