Antes que nada saludar a todo el foro y disculparme por mi poca participación,
, gracias a muchos consejos de miembros de este gran foro y aprendizaje propio, van llegando resultados, espero que os guste.
Hace un par de años, en este foro escribí una duda sobre cómo hacerme con un gran jabalí que merodeaba uno de mis cebaderos ,aquel post se llamaba “no se qué hacerle”. Pues bien, han pasado dos años y medio desde aquello, hoy creo que he cazado aquel jabalí que tanto ansié, que tanta comida le he dado, que tantas horas hemos pasado jugando al escondite en la noche.
La tarde se presentaba oscura, llevamos unas semana que el cielo da al menos una alegría al campo por semana, después de primaveras secas y duras para los animales, parece de momento, que este año vuelve a la normalidad.
Sali de trabajar a las 19h no sabía muy bien qué hacer, el tiempo no acompañaba para hacer ninguna espera según como se mire, tenía varios jabalís entrando en un cebadero que les he preparado este año que consiste en un campo de trigo que les he sembrado para ellos de trigo sin pelos, conocido aquí como (trigo sin aresta), este les gusta muchísimo, sobre todo por la comodidad que tienen al comerlo.
El trigo aun estaba bastante verde por eso casi diariamente les hecho un cubo de almendras en las orillas y en el centro del campo, por lo que yo entendía a ojo y leyendo el suelo este año que está lloviendo algo, entraban un par de primalones, algo mediano , que podría ser un machete o una guarra y mi viejo amigo, este solo de vez en cuando.
En las últimas tres semanas le había dedicado al sitio cuatro noches y algo no me cuadraba, todas las noches los jabalíes entraban a comer sin fallar ni un día, el reloj se paraba bajo el montón de almendras a las 22. 22.30. 21.45 , pero cuando yo iba, nada ni escucharlos, pero un par de horas después de irme arrasaban el cebadero, decir que me quitaba a las 12 porque tenía que trabajar al día siguiente.
El puesto que tengo es bastante modesto, un cojín encima de un pilón de dos piedras llanas que apoyan sobre la base de un pino mediano, teniendo una gran coscoja detrás que de momento ha impedido que me entren por la espalda, pero es efectivo, tengo varios guarros matados aquí, a veces les he tirado muy cerca y ni inmutarse.
Esa noche se predecía que iba a llover, el poco viento que hacia olía a humedad, era cosa de que la noche empezara a caer para que comenzara una lluvia fina, aparque el coche muy cerca del cebadero pero sabiendo casi seguro que no entrarían por ahí, esa noche, solo iba a estar hasta las 11 pues el experimento consistía en ver si podía entender porque no entraban cuando yo estaba allí donde tantas noches los había visto y no podía escucharlos.
Cambie mi ubicación y para este propósito cogí mi escopeta, me iba a colocar en el lado mas estrecho del campo de trigo que hace un pequeño recodo que no puedo ver desde mi habitual puesto, normalmente siempre entran por aquí, así que iba a esperarlos a puerta gayola, quería ver si me venteaban antes de entrar al trigo.
Me senté encima de un bolo gordo que hay en la orilla, me acomode encima de un polar, la lluvia fina resbalaba sobre el impermeble al que le coloque un polar “quechua” emcima para evitar el ruido del agua y solo la rama más larga de un pino me protegía de la lluvia, miraba aquel bajador al campo de trigo esperado verlos llegar por ahí, la oscuridad empezaba a mandar en el lugar, y en el crepúsculo la calma era total, era uno de esos días que el campo esta en paz, no hay un ruido, solo el resonar de un cuco muy lejano.
Paso la primera media hora de oscuridad y el campo seguía tranquilo, la lluvia se acentuaba un poco mas y estaba bastante mojado, yo seguía esperando verlos llegar por allí, cuando de repente, un pequeño ruido llama mi atención a mi espalda y bastante alejado.
Sin entender muy bien que era, mi mente reconoció enseguida aquel ruido, están comiendo trigo (verde verde) me gire la cabeza como pude y... lo vi por primera vez después de tanto tiempo, allí estaba. Mi viejo amigo, justo en la otra orilla del campo de trigo, ya había salido del monte, unos 70m nos separaban, me acorde del rifle en el armero, de mi puesto habitual (del cual estaba a 25m de donde se encontraba el cochino).
Y yo allí estaba, encima de una piedra y en el lado opuesto del campo, con el cuello torcido y sin querer girarme más por miedo hacer algún ruido, lo veía comer estaba especialmente tranquilo, ni un ronquido de los que solía dar, ni carreras. Comía tranquilamente el aun verde trigo veía su silueta resaltar en la noche en el campo de trigo que aun es de pequeña altura, y era enorme a mis ojos, cuando se ponía de culo tan solo veía altura, pero cuando me daba el costado, me temblaban las manos, lo veía alto y largo. Iba entrando poco a poco hacia el centro del bancal.
Los minutos empezaron a pasar y yo controlaba los nervios por moverme, por mi cabeza empezaron a pasar oscuras intenciones de girarme e intentar el tiro. La escopeta no me daba confianza a esta distancia y el moverme menos, una voz dentro de mi me decía que me aguantara quieto, que esa lección de tirar precipitado ya la había tenido que aprender en años anteriores y que no suele dar buenos resultados.
El macareno empezó a andar muy muy lento mientras se iba acercando careando mientras mastrujaba el tierno trigo, el roce de sus pasos al andar por la hierba hacían subir mi adrenalina y nervios como esperista a su máximo nivel.
Se acerco hasta no más de diez metros del puesto habitual donde tendría que estar yo sentado y allí se comió un puñado de trigo mas durante otros cinco minutos, ya estaba a tan solo unos treinta metros de mi, pero ahora no podía fallar, tenía que rematar la faena. Continuaba inmóvil con la mente cada vez más fría y esperando mi oportunidad.
El careo del jabalí totalmente tranquilo continuaba hacia mi dirección, tan solo debía esperar a tenerlo en una posición que me permitiera levantar el arma sin tener que girarme, minutos interminables transcurrían bajo la lluvia, el guarro ya estaba paralelo a mi derecha, un olor fuerte de macho llego a mi nariz, lo podía ver de reojo a escasos quince metros de mi, no podía fallar era mi momento... toque el pulsador sin mover la mano, tranquilamente toque el seguro del arma para comprobar que estuviera quitado.
Tan solo me quedaba esperar a que el guarro sobrepasara mi posición, no sé exactamente cuánto tiempo estuvo tan cerca de mí, espere hasta que vi que había pasado con franqueza y ahora si, levante mi vieja benelli tan despacio como pude, cuando la madera mojada toco mi mejilla, el macareno, se paró en seco, era tarde para él. Presione el pulsador y quede sorprendido de ver tan bello animal a esa distancia, con la banda de la escopeta busque su paletilla, mientras él había quedado tan sorprendido como yo al dar la luz.
El estruendo rompió la noche una vez más en una de estas bonitas noches de primavera, tarde poco en alumbrar el cochino que en una carrera descontrolada y corta buscaba el refugio del monte al que ya nunca llegaría.