Aquí os cuelgo la tercera y última entrega de Calzones Sucios, que irá en dos partes porque es mas larga. Espero que os guste.
CALZONES SUCIOS Y EL MAESTRO
Parece que los malos tiempos han pasado, o van pasando. La madre de Juana va para un año que falleció, y la hermana “chica” se vino a vivir con ellos al cuarto de los niños. Desde entonces la Juana está más tratable. Al contrario de lo que se pudiera esperar se lleva bien con Teresa, que es como se llama la hermana. Por supuesto en el pueblo es “La Tere”, “La hermana la Juana”, “Tere, la de Juana”…, cualquier cosa menos Teresa. Se lleva bien con todo el mundo, no es mal parecida y como dice Mario “Da poco ruío”.
Villalba se está repoblando, y a más de la gente que viene a pasar los veranos y que han comprado casas, se han abierto dos bares, un pequeño supermercado, dos tiendas de venta de artesanía de la sierra, un “Centro de interpretación de la fauna y la flora silvestre” (eso que tan de moda está y que hace falta para que la gente de ciudad sepa que los filetes no salen directamente en la bandeja de corcho blanco) . El colegio ha vuelto a abrir al tener varios niños a los que atender ya que algunas Parejas jóvenes se han establecido en el pueblo, y tienen niños en edad escolar. La carpintería, la ferretería, (que también ejerce de almacén de materiales de construcción) y el taller mecánico también van viento en popa.
En una casa que está frente a la de Juana y Mario, está parando un muchacho, poco hablador, pero correcto en el trato. Unos veinte años, no más, quizás veintidós. Muy delgado, vive solo, y ha alquilado precisamente esa casa porque estaba algo apartada del pueblo y le gusta la tranquilidad. Es “Don Antonio”, el Maestro de la escuela. Además de don Antonio hay otros tres maestros más que vienen de fuera casi todos los días. Pero el único que se ha establecido en el pueblo es él. Por este motivo todo el mundo le llama “El Maestro” o “Don Antonio” y los demás son… pues eso “los otros”. La mayoría de los días, don Antonio come en el bar de Juan, que ha vuelto a abrir en el mismo local.
Estando un día en casa, le dijo Juana a Mario;
-El maestro sale de su casa para ir a comer, anda vete y dile que estaríamos encantados de que coma con nosotros.
Don Antonio declinó amablemente la invitación, pero Mario y él pegaron la hebra un rato. Y mira por donde, el Padre del maestro, había sido cazador. Antonio, que ya le había pedido a Mario que le “apeara el tratamiento”, le comentó que de pequeño lo acompañaba de morralero, pero que nunca llegó a disparar porque antes de tener los años, su padre falleció en un accidente de coche. Aún guardaba los achiperres del padre pero no la escopeta, que tuvo que entregar en la intervención.
El maestro siguió su camino del bar, y Mario se quedó rumiando, que había encontrado un compañero de afición, y ya se sabe cuando dos “picaos a este santo vicio”, se juntan, el tiempo se para.
Un sábado cuando Mario le estaba dando una “cavada a las papas”, Antonio se asomó a la tapia del Huerto.
-¡Buenos días Mario!, ¡Que! ¿De faena?
-¡Guenos día Don Antonio!, ¡Pos yaveusté!...Aquí agüecandole la tierra a las papas pa que respiren.
-Te he dicho Mario, que no me hables de “usted”.
- ¡Es condición, Don Antonio, se me hace dificurtoso, “hablarte de Tú”, que usté tié estudios! (Al final acababa alternando el “Tú” con el “Usted”).
- Que digo yo, Mario,… por aquí… ¿que se puede cazar?... porque …Usted… ¿aún caza, no?. (El maestro por respeto, …que la edad es un grado, y como Mario seguía con el tratamiento, también se dirigía a él en esos términos).
- ¿No vé?, Don Antonio, como voy a hablarle de “tu” si mismamente mestá “usteando” a mí que no tengo letras ni ná.
-¡Bueno pues nos tuteamos los dos!, ¿Qué me dice?.
-¡Como usted tenga!. …Me izía…, ¿Qué si cazo entoavia?...eso je lleva en la jangre. Pero sí cazo, menoj que me gustaría, pero cazo.
-¿Y donde tienes el coto?
-¿Er coto?...¿Que coto?... Er coto es la “jierra”, toa entera. Aquí lo mejón son los guarros. ¡Que de marranos hay en estos montes perdíos!. Hay una buena talegá de “Listos y enseñaos”. También hay “rejes” de pelo, pero a mí nomatraen, sarvo por la carne cuando hay necesidá. Gazapos hay menos, y pajaros ni por asomo se joyen.
-¿Y no tiene problemas con los civiles?
-Los jiviles me conocen. Hay un cabo nuevo con mala “jiga”, pero es más flojo “cunmuelle´guita”, y está reondo común zollo. Ajín que no enrea por el monte porque se “ajoga”. Los demá son güenas personas y no dan ruío… Cuando usted quiera hajemos unascapaita.
-Cuando “tú”… quieras…, Mario…
-¡No, cuando austé le venga!¡ Fartaria…!
- No si te digo que me digas, “tú”, no usted. ¡Y ya la haremos, ya!. Que me he sacado el permiso y la licencia y me la dan en unos días. A ver si me apaño un arma en condiciones aunque sea de segunda mano. ¿Qué me compro?. Usted que entiende…
-Mireusté, yodeso no entiendo una pizca. Siempre he tenio la mesma. Seguro quenla tienda le icen la mejón………. ¿Le jace un vaso vino?.(le ofrece en un alarde de “osadía” tras la pausa silenciosa, y mirando al sol le dice) , ya jon las doce, y el Lorenzo pega de jerio.
- ¡Venga! ¡Vamos a echarlo!.
El maestro traspone la tapia de la huerta y juntos entran en la cocina por la puerta de atrás. En la cocina está Juana con “La Tere”, y ambas lo reciben con una sonrisa de oreja a oreja. Para la Juana es una satisfaccion que el Maestro “principal” del pueblo vaya de visita a su casa, y Mario (El muy ladino) lo sabe. Después de una hora de cháchara, de varios vasos de clarete, y una buena porción de salchichón de monte con pan de hogaza, del que yá, por propio derecho tiene gratis también el maestro (-¡Que pan más rico tenéis aquí!), se despide don Antonio y queda en hablar más adelante con Mario. Este con dignidad, se encamina a dar de comer a las gallinas sabiendo que su mujer y su cuñada se comen las uñas por saber de qué habrán hablado.
-¡De que va a ser… ¡¿De que hablan los hombres? (Le dice Juana a Teresa) O de escopetas o de futbol… y a mi Mario, el futbol como que nó…
Unos días mas tarde, un viernes, después de las clases, aparece Antonio por casa de Mario y encuentra a Juana con su hermana.
-¿No está Mario en casa?
-No, don Antonio. Ha salido. Estará con cualquier enredo suyo. Le contesta la Tere, porque Juana está doblando sabanas y las tiene pilladas con los dientes. Inmediatamente suelta las sabanas y le dice: -¿Quiere que le dé recado de que vaya a buscarle?.
- Muchas gracias Juana, estoy en casa. Y el maestro sale camino de su puerta.
-Una hora mas tarde llega Mario, y de sopetón le espeta Juana:- ¿Donde andabas?. Ha venido a buscarte Don Antonio, que está en su casa, así que ya puedes espabilarte.
Como si acatara una orden sale de la casa y cruza la calle. Sabe que a don Antonio no le corre prisa pero así le hace el Juego (que a él le interesa) a Juana. Llama a la puerta y le abre Antonio.
-¡Hombre Mario!, pasa, que tengo algo que enseñarte.
Sobre la mesa hay una caja de madera, bastante plana y grandota.
-Es lo mas barato que he podido conseguir, pero me han garantizado que es bueno. Está en bruto y desmontado. Hay que montarlo y terminarlo. ¿Podrás ayudarme?.
Levanta la tapa, y a Mario se le ponen los ojos como platos. Está mirando un arma desmontada con la culata aparte en madera sin colorear ni barnizar. Mario sigue mirando alucinado sin atreverse a tocar, como un niño pequeño.
-Es un Santa Barbara de cerrojo del ocho milímetros. Paro hay que armarlo y arreglarle la madera. ¿Que tal se le dá esto, Mario?.
-¿No se me va a dar? Don Antonio, si jice la mili en los regulares der Aiún. A este lo vamo a dejá que ni pintao. ¡Menuo mosquetón sapañao usté!. ¿Pero como selan dao sin acabá?.
-A esto le llaman un KIT, para que uno lo acabe y personalize a su gusto, y así sale mas barato.
-¡Pos vaya con el “KI”.
En menos de lo que tarda en contarse, Mario tinta la madera con crema marrón de zapatos, se fabrica una muñequilla de trapo y con el mismo barniz con el que el maestro está dándole a las viejas ventanas, un barniz mate incoloro, le pega una pasada de muñequilla a la caja del rifle.
-¡Ha quedado de escándalo! Dice Antonio.
-¿Como “caquedao”?. Ahora hay que darle lija fina, que ya tiene los poros tapaos. Y endespué otrapasá de muñequilla. Primero tié que secá der to.
Y coge el cañón con el cerrojo y la acción y lo arma todo como si fuera un “marine”. Antonio está como alucinado con Mario.
-¡Cuantos no habrás montado tú de estos!...¿No?
-¿Destos?... este ejel primero que jarmo. (Está feliz como un niño con un camión nuevo). ¿Y como andamos de munición?.
Antonio saca una caja de cartón duro y basto, de la real fábrica de Santa Bárbara en la que solo pone en un papel blanco pegado en la tapa. “Munición deportiva- 40 cartuchos- cal. 8x57- punta blanda”. Dentro hay ocho cajitas mas pequeñas, como de tabaco, con cinco cartuchos cada una. Le pasa la caja a Mario, que la abre y exclama.
-¡Joer ¡ Don Antonio, ¿a quien le vamo a declará la guerra?.
Cuatro o cinco días más tarde el rifle está, como si fuera salido de la mismísima Holland&Holland.
¿Qué?... ¡Ha quedao pañao!...¿No?. Si el braniz es muñeca y lija, muñeca y lija, muñeca y lija y jeso que no teníamos goma-laca, sinó zentera usté. Gueno pos en abrá que tentarlo. Jay un rastrojo abajo´l pueblo, que tié entoavia las pacas esperdigá. Je lo digo a los der cuartelillo y jin problema.
En el rastrojo, a cincuenta metros con un muro de pacas detrás, ponen a tiro el rifle, cuatro tiros y está fino como el coral.- Vera cuando er Venancio le dé de comé a las mulas las paca con el plomodentro. Le van a pesá laj patas, ¡Jajaja! Y se limpia de la grasa del rifle en los pantalones. Está disfrutando y el maestro también.
Despues de recoger los chismes, se sientan en la terraza del Bar de Juan, bajo la parra, previo el permiso de Juana. –¡Juana que me voy con Don Antonio al Bar que me va a convidá por unas faenas!.
–¡Está gueno. Dile que se venga a comer!.
-¿Qué ha dicho Juana, Mario?
-¡Na!, Nojotro a lo nuestro.
- Bueno Mario… y ahora…
-Puej D. Antonio… como yo que me guipaba que, entendriamo que probá el mosquetón, cuando lo acabase… he subio argunas tardes a la sierra a ver como se mueven los bichos. Tengo, maj o meno controlao a un “listo” que ya melajugao otras veces.
¿Qué es un “Listo”, Mario?.
-¡Pos quevajé!,… ¡Un guarro que jabe Latín!, ¿pos no son listos la gente que sabe latines?... pos jeso…¡Un listo!.¡Un guarro que jabe Latín!.
Ya lecho varios, aguardos, y melajugao. Una vez le dí er tufo, otra vez me oyó los ruios de tripas de cerca que lo tenía, pero a ese loquivocamos nojotros, y cuando lo quivoquemos je entera, ¡amos que ji jentera!. A ejte marrano le farta una pezuña y piza con el muñón. Deja una pisá inconfindible.
-Mario hable más despacio, que el que no se entera de la mitad de lo que dice soy yo.
-Isculpe usté, Don Antonio, es que de tanto hablá con las bestias, se embrutece uno… Pues pasaomañana cai un picoluna vamo a por el listo.
-¡Hecho! Subimos en mi coche hasta donde tu digas y luego nos vamos andando.
-Ejo de subí en er coche nosvá a´horrá mucho tiempo. Usté cójase una manta, quentra tarde er mocito, y ya refresca.
-¿Llevo algo de comer?.
-Deso mocupo yo. Usté ocupese der mosquetón y dechá unaj cuatro o cinco balas, no se orvide. Me voy a llevá una lintennilla de petaca por ji no vemos ná. Cai poca luna a esa hora.
Ah, y si jablo mal usté me corrige, que ejo es lo gueno de tené conocios bien instruios.
-Está bien Mario, yo le corrijo, pero lo primero es que hable despacio.
-Poos…hablaaré… maas despaajio, ji usteeeé lo dijee. A vee sii ej pojibleee queee usteeé me rejinee un poco.
El maestro enarca las cejas y piensa…-Esto sí que va a darme trabajo…
Han ido en varias ocasiones a distintos sitios, sin suerte.
-Don Antonio, tié que moverse menos en er puesto que nos guipan enseguía.
-Mario, “Tiene”… no tié.
-¡Pos eso, que “tiene”, que menearse menos… ¿mentiende?.
-Te entiendo, Mario. Aprendo cada día de tí, pero tienes que tener paciencia, que son muchos años de ciudad.
-Yo tamién aprendo dusté, Don Antonio, que ya voy hablando mejón. La Juana me lo dice.
Con el maestro, Mario tiene patente de corso de Juana para ir a donde quiera. Juana pierde pié con Antonio. Se diría que quiere, acercarlo a su hermana, que es dos años mayor que él pero no lo aparenta.
-Hoy vamos a ir donde el listo mancón. Y hágase a la idea de está toa la noche si jace falta, Don Antonio.
-“Toda” la noche, Mario, si hace falta. (Le corrige)
-Pos eso he dicho… Don Antonio… Gracias…De la merienda me encargo yo. Usté apañese una manta que abrigue bien y algún catrecillo, que yo me siento en un cacho piedra, pero son muchas horas pa usted… Si acaso…traiga también un poco clarete, de casa Juan.