Señor, le deseo, le ruego, si quiere, incluso, le suplico que no decida enseguida; por favor, reflexione; hable con los suyos, con los de verdad, los de siempre, con los que más le quieran y mejor le conozcan; ellos, seguro, le aconsejarán bien...
Y cuide su arma, vele por ella porque ha sido suya con esfuerzo; no la deje en otras manos y, si lo hace, confíeselo a unas cercanas, hermanadas en anhelos, de confianza, prolongación de las suyas propias; que el ánimo de quien lo maneje en su nombre sea capaz de sentir lo mismo que usted recuerda sentía cuando lo portaba; que le relate las vivencias junto a su rifle y que, con ello, usted rememore las propias, que las haga suyas... Serán un hálito de frescura para su ánimo.
Y que un día, cuando sea, cuando pueda, cuando quiera, vuelva a hacerlo suyo...; con el ánimo del que estrena algo por segunda vez; con la satisfacción y la valentía del que supera todo porque lo intenta, porque lo desea y porque lo ama.
Un abrazo, caballero.