Hace unos 35-40 años, un tío mío, puso una cadena para controlar el paso de los furtivos por una de sus lindes. A un lado la sujetó a un hinco de hierro que clavó al suelo y ancló con un dado de hormigón. Al otro lado la sujetó clavando una argolla de hierro al tronco de un alcornoque. Tenía unos seis metros de largo. Le dio resultado aunque, hoy, es decir, hace ya unos años, el vecino ha mallado su propiedad y ha dejado de tener sentido todo aquello.
El caso es que el alcornoque, después de tantos años, se ha tragado la argolla, el trozo de cadena y hasta el candado que puso el pobre tío Joaquín.
Las fotos que le hice el otro día son, a parte de muy malas, curiosas -impresionantes diría yo- y las pongo porque supongo que os gustará verlas.
La nauralezaaaaa.....!!!