Esperas al Jabalí


CALZONES SUCIOS Y EL GUARRO LEPROSO

Autor Tema: CALZONES SUCIOS Y EL GUARRO LEPROSO  (Leído 10199 veces)

Desconectado Quatermain

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CALZONES SUCIOS Y EL GUARRO LEPROSO
« en: Mayo 06, 2018, 08:09:07 pm »
                                                         Calzones Sucios y el guarro leproso


-   Corría el mes de agosto ya bien avanzado. Calzones se quitaba la gorra y se secaba el sudor de la cabeza mientras permanecía sentado en el poyete del corral . A su lado, como si el calor no fuese con él, también sentado en la misma postura que Mario, estaba Antoñín mirando la huerta como si fuera lo más importante del mundo. Le encantaba la faena que habían hecho a primera hora de la mañana. Regar el huerto. Calzones le había preparado una pequeña azada con un mango acorde a su tamaño. Abría los caños para que el agua entrara en unas plantas y cerraba otros que ya estaban saturados de líquido. Poco a poco, desde un lateral, hasta que tapaba todo el caño, como le había enseñado Calzones. Incluso se escupía en las palmas de las manos para que no resbalara el mango de la azada y no le salieran ampollas. Igual que había visto a Mario,  hacerlo de esta manera infinidad de veces.
-   Antonio el maestro se había ido unos días a la playa con su mujer, a eso que Calzones llamaba “rascar la espalda”, que no era otra cosa que compensar a Marta de las innumerables noches que desaparecía en sus correrías con Calzones, con algo que sabía que a su mujer le gustaba. Al maestro la playa como que no le gustaba demasiado pero se resignaba. El que no se resignó fue Antoñín que se negó en rotundo y gracias a que intercedió Teresa para quedarse con él se libró de la regañina y de ir de viaje. 
-   A Calzones le pareció un buen plan quedarse unos días con Calzones chico, que ya lo llamaban muchos así. Por supuesto ideando diabluras como si tuviese la misma edad del niño.
-   También estaban fuera Rivasana y el Cisco. El primero, en la Capital por unos asuntos suyos y el Cisco porque estaba de albañil en una obra en el pueblo vecino.

-   ¿Sabes que?... Rompió a decir Calzones.
-   ¿Qué?... Contestó el niño.
-   “ Que con esta caló no hay agua ninguna, pero que en ningún jitio”.  “En solamente quea argo de agua en el Manantío Grande y en la Huerta der Jacinto”. “¿Si tu fueras un guarro que jarías?”.
-   Pues ir a uno de esos dos sitios… (El Escudero se quedó un momento en silencio pensado, y sentenció)…- ¡pero con mucho cuidado!.
-   Pues vamos a tener que ver si los guarros piensan igual que tú. Y si es ansí, tendremo cuidao también nojotros…pa que no se den cuenta que ejtamos allí. –Y dicho esto le guiñó un ojo al niño. Este le sonrió y muy serio volvió  mirar el huerto.
Aquella misma tarde, después de comer, cuando amainó un poco el calor, subieron los dos al manantío grande y después irían al huerto de Jacinto. Tal como llegaron al Manantío, el escudero se fue directo a una pisadas de cochino que parecían recientes.
-¡Tío Calzones!...mira que pistas mas raras. No veo mas que una trasera y una delantera. Este guarro solo tiene dos patas. Una delante y otra detrás.
-“¡Que va a tené dos patas Antoñin!” –Dijo Calzones mientras se acercaba.  Cuando llegó donde estaba el niño, pensó –“Que buena vista tié el joio niño. Po no que va a tené razón. Er bicho solo pisa con una de alante y otra de atrás” . –Fijándose mejor se dio cuenta de que también marcaba el muñón delantero izquierdo.  Pero de la trasera derecha ni rastro. –“¡Joé que mal está el animalito este!”
-¿Que hacemos Tio Calzones?.
-“¡Pos que amos a jacé!...Habrá que quitarle er sufrimiento al animalillo …¿o tu ves mas huellas?.
-Lo que tu digas Tío Calzones, vamos a por él. ¿Donde nos vamos a poner?.
-“Er onde, lo decidimos cuando nos vayamos a poné. Er cuando lo decidimos hoy, que jemos trasteao mucho er suelo hoy y se tiene que aventar un poco. Así que nos ponemos en tres días que hay un cacho luna”.
-¡Cojonudo!...-dijo el chaval en un alarde de alegría.
-“Ni se te ocurra decir eso delante de tu madre o me corta las criadillas.” ¿Estamos chaval?.
-¡Estamos Tio Calzones!. 
-“Se ha revolcao en la charca del pilón”. “Aquí lo amos a esperá”. ¡Ea pa casa , que lo tenemos to visto!”.

Los tres días que pasaron hasta la noche elegida se le hicieron eternos a Antoñin y para que engañarnos, también a Calzones. Por más años que cumpliera seguía poniéndose nervioso los días previos a un aguardo.

Por supuesto...continuará.



Desconectado Fozzie

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Re:CALZONES SUCIOS Y EL GUARRO LEPROSO
« Respuesta #1 en: Mayo 06, 2018, 08:54:13 pm »
Ole, ole y ole....
Mil gracias Quatermain!!!!!!

Desconectado arriero

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Re:CALZONES SUCIOS Y EL GUARRO LEPROSO
« Respuesta #2 en: Mayo 06, 2018, 11:52:43 pm »
Cómo agua de mayo lo estábamos esperando.
Esto pinta muy bien Quater!!!!

Un saludo.

Desconectado Pablo sm

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Re:CALZONES SUCIOS Y EL GUARRO LEPROSO
« Respuesta #3 en: Mayo 07, 2018, 12:45:53 am »
pues no demores mucho que aqui quedamos mas ansiosos que antoñin !!!!!!!

Desconectado JUANFRAN

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Re:CALZONES SUCIOS Y EL GUARRO LEPROSO
« Respuesta #4 en: Mayo 07, 2018, 07:39:22 am »
Gracias mil CUATER por resucitar las magníficas andanzas de Calzones, todo un clásico ya en este bendito foro.  Como dicen los colegas, estaré esperando "como agua de mayo" (nunca mejor dicho) su reaparición y sus primorosas andanzas tras los suidos.  ¡A esperar se ha dicho!

Desconectado Quatermain

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Re:CALZONES SUCIOS Y EL GUARRO LEPROSO
« Respuesta #5 en: Mayo 07, 2018, 12:45:31 pm »
Tenían todos los achiperres listos. La eterna talega de Calzones donde cabía de todo.  El inefable Marlincher-Shoenauer que en su momento le regalara el Conde. Y que había mantenido limpio como una patena. Solo lo había estrenado el día de la piedra con el Cisco. Lo había llevado a algún aguardo desde entonces pero siempre disparaba otro que no él. Cuando iba solo prefería llevar su paralela que era como una extensión de su brazo derecho. Le tenía cariño a la Perra, como él la llamaba.  Seguía llevando sus pantalones grises de rayadillo más que remendados y por supuesto su mascota con el pañuelo debajo. Hacía mucho calor y este aditamento era imprescindible según su criterio de hombre curtido de la sierra.
¿Y Antoñín…?. ¿Que llevaba?. Pues tenía una preciosa mochila verde que le había comprado su madre cuando  su onceavo cumpleaños.  Donde Teresa le había metido un bocadillo y un refresco ( -“¡Que te lo comas. No lo quiero de vuelta!”. Le había dicho). Su navajilla, un chaleco de lana fina (también había insistido Teresa en que lo llevara, porque no quería ni pensar en que el niño se resfriara mientras estaba a su cargo). Un mechero (haciendo caso a Calzones que decía que “Navaja y fosforo, al campo hasta en Agosto”. Aunque hoy en día, te pillan con un mechero en agosto y como no fumes te denuncian por incendiario). Una gorra de visera que no le gustaba mucho, pero que le obligaban a llevar y por último, una pequeña cantimplora de agua que sí había echado él.
Antes de salir,  merendaron en una mesa de cuadros junto  a los senderistas que venían de la sierra demandando cerveza o refrescos y sudando como pollos al borde de la deshidratación más severa. 
Como siempre, estos miraban con caras raras  al ver salir de la casa a un individuo con un fusil al hombro sin ser un guardia civil.  Los senderistas eran bastante urbanitas y los únicos rifles que había visto eran los del General Custer en las películas del oeste. Que época aquella en que todos los varones del país tomaban su primer contacto con un fusil en el servicio militar obligatorio.  Ahora que “La mili“  había desaparecido, La mayoría de hombres (excluyendo a las fuerzas armadas y aquellos como Calzones que eran aficionados  a cazar) no sabían distinguir un palo de escoba de un arma de fuego.  Y les  resultaba propio de violentos el portar un arma.  Cuando la mayoría de estos “violentos” serian  incapaces  de comportase  como lo hacían algunos  auténticos violentos que no habían tenido un arma en sus manos 
-“Bueno  va siendo hora de dirse”.  –Dijo Mario mirando a Antoñín.
-¡Pues vámonos Tío Calzones!. –Y agarró su mochila por la tiranta de la izquierda para cruzársela a la espalda, y al hacerlo le arreó un mochilazo al senderista que estaba justo en la mesa de al lado en el momento que se llevaba la cerveza a la boca.  Antoñín se disculpó inmediatamente de forma muy educada, tras escuchar la exclamación de
-“¡¡Coño, niño!!”  - que lanzó el individuo de la cerveza mientras lo miraba con cara de asco. -“¡Cuidao con la mochila, niño!”.
- “Usted discurpe”. Dijo también Calzones.
Cuando se habían alejado algo Mario justificó a Antoñin diciéndole:
-¡Vaya tío malaje!, lo de la mochila le pasa a cualquiera. Un golpe sin darse cuenta… ¿”que no habrá tropeezao  er gachó nunca”? ¡¡Valiente malaje!!
-Pero es que yo si me he dado cuenta. –Dijo Antoñin, con una media sonrisa y mirando al frente.
-Calzones lo miró sonriendo.
-”¿Le has arreao el mochilazo a posta?
- ¡Pues claro Tío Calzones! ¿Has visto con la cara de asco que nos miraba? ¡Pues se la ha ganado a pulso!
Los dos se echaron a reír a moco tendido. Solo Mario acertó a decir: –“Zagá, a tus padres no le cuentes ni esto”, y juntó en el aire el primer y segundo dedo de la mano derecha, y siguieron riendo mientras se encaminaban  al punto de aguardo.
De camino, por la vereda hasta el desvío al huerto se cruzaron con algún paseante rezagado, que por supuesto les miró con cara rara.
Antoñín miró a Calzones con un mueca de diablillo, -A que se llevan un mochilazo…
-“Déjate chaval que tu mochila pesa como un buey a las espardas”.


Era temprano aún y seguía haciendo calor, pero era la forma de llegar porque con el calor los bichos no se movían. De cualquier forma iban a un sito fresco con abundante arboleda y agua corriendo. Era posible que al frescor del lugar hubiese algún animal sesteando, y una espantada ruidosa podía dar al traste con sus planes para esa noche de luna. Entraron cara al viento. Para comprobar la dirección Calzones levantó algo de polvo punteando suavemente el suelo con la bota derecha. A partir de ese momento los pasos de Calzones y del Escudero, que imitaba escrupulosamente todo lo que hacia el maestro del campo, eran lentos e imperceptibles. Ni un indio con la oreja puesta en el suelo los habría escuchado.
-   “Bueno, hemo llegao. En esta jiguera he matao yo algún guarrete que otro. –Y  le guiñó un ojo a Antoñín. Y este le devolvió el guiño.
La evidencia de lo tranquilo de aquel sitio era que aún estaban las piedras que Calzones había utilizado en otras ocasiones. Se sentaron al pié de la higuera y a esperar. Calzones preparó otro asiento de piedras junto al suyo. Una vez sentado en el mismo, Antoñín distribuyó sus pertenencias alrededor y todas a la mano, como le había enseñado Mario. (-“Asi jiempre las tendras localizás cuando se jaga de noche”-Le decía Calzones).
-   “Cómete er bocata, ahora y así no metes ruio después, cuando se meneen los guarros”.
El niño, obediente como un alumno bien aplicado comenzó a desliar el papel de estraza que contenía el bocadillo, mientras Calzones le quitaba con su navaja apoyada en el canto de la mano que agarraba el gollete de la botella, la latilla que cerraba el refresco.
Sonó un “crack” suave y los dos se quedaron quietos. Calzones con el gollete de refresco en la mano, y Antoñín con el bolo de bocadillo en un lado de la boca y sin masticar. Así casi cinco minutos hasta que apareció en escena a cuatro metros de ellos un enorme tejón con sus rayas blancas y negras en el lomo. Les miró como extrañado de ver dos estatuas sentadas en las piedras y tras levantar la cola y echar algo de orina en un pequeño matojo cercano siguió su camino.
-¿Has visto el cigarrón tan grande que llevaba en la boca? –Preguntó  Antoñín.
-¿Claro, a ver si te crees que el único que puede tener la boca llena eres tú? – Le contestó Calzones. Y Antoñín automáticamente se tragó el bocado que masticaba y empezó a toser. Mario terminó de destapar la botella ya sin precaución y se la alargó al niño que bebió para quitarse la tos.


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Re:CALZONES SUCIOS Y EL GUARRO LEPROSO
« Respuesta #6 en: Mayo 07, 2018, 04:33:16 pm »
Haces que se meta uno en el ajo sin darse cuenta.

Gracias por tus relatos.

Saludos.


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Re:CALZONES SUCIOS Y EL GUARRO LEPROSO
« Respuesta #7 en: Mayo 07, 2018, 09:04:52 pm »
Magnífico!!

Desconectado JUANFRAN

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Re:CALZONES SUCIOS Y EL GUARRO LEPROSO
« Respuesta #8 en: Mayo 08, 2018, 08:20:40 am »
Perfecto.  Me ha hecho gracia lo de la Talega de Calzones, que debía parecer El Corte Ingles.  Un tío mío ya fallecido, que acompañó por aquellos entonces mis primeros pasos por el monte, tenía una frase premonitoria... "Lo que no te lleves al campo en el campo no te lo encontrarás"... Tome buena nota, aunque menos que Pepe, mi amigo-hermano de Huesca con el que he compartido tantos momentos de caza y que me puso el sobrenombre de MALASTRAZAS.   A su coche lo denominábamos el corte inglés porque allí se podía encontrar de todo, cuerdas, perchas, alambres, cartuchos de la época de cartón, azadas, navajas de diez tipos y un etc. que se haría casi infinito.  ¡Cómo echo de menos aquellos años!  Yo no tendría mas de 25 y, por supuesto, Pepe era para mi lo que Calzones para el chiquillo.  Me has traído todo esto al primer plano del recuerdo.  Siempre te estaré agradecido CUATER.   

Desconectado Quatermain

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Re:CALZONES SUCIOS Y EL GUARRO LEPROSO
« Respuesta #9 en: Mayo 09, 2018, 12:47:46 am »
Pasaron varias  horas de espera. El bocadillo se terminó. El refrescco también y seguía haciendo calor aunque el sol hacía tiempo que se había ocultado. Calzones miraba en todas las direcciones que le permitían sus ojos porque apenas giraba la cabeza y si lo hacía, la giraba tan lentamente que no se notaba.- (“Zagal, los bichos no te ven a tí, sino a tus movimientos”). –Le decía a Calzones chico. -(“Si te queas bien quieto y eres capaz de asujetarte los nervios, se te pondrán encima sin darse ni miaja cuenta” ).
Si Calzones se movía poco, el niño no se movía nada. Su madre era incapaz de comprender como aquel rabo de lagartija era capaz de estar quieto en lo alto de una piedra cuando en casa no paraba quieto ni un segundo.  Solo se movía por una debilidad.  De vez en cuando miraba a la Marlincher de reojo admirando el brillo indiscreto de la madera y la perfección de los aceros. Pero lo que más le llamaba la atención era en visor que tenía en el lomo. Se desconcentraba pero inmediatamente volvía a su vigilancia. 
La noche acabó por establecerse, con una media luna que como siempre que aún no ha llenado, sale antes de anochecer, así que no hubo casi transición entre sol y luna, compartiendo ambos el cielo un rato. Se veía bastante bien para ser de noche, y eso a Calzones no le gustaba pero no había opción, la luz que había era la que había y punto, así que a esperar y resignarse. Mario estaba admirado de la inmovilidad del niño. A él con los años se le iban durmiendo músculos por la inmovilidad y tenía que hacer pequeños movimientos imperceptibles para desentumecer.
Las horas pasaban, y salvo el tejón de primera hora allí no se movía ningún animal. Era raro, porque la mayoría de las veces suelen bajar pajaros a beber, tórtolas, palomas, rabilargos, etc. Otras son pequeños mamíferos, conejos, algún zorro despistado… pero nada…solo el tejón con el cigarrón en la boca.
-“Demasiao tranquilo está esto” –Susurró Calzones al niño.
-¿y? –Fue toda la contestación de Antoñín.
-“Pues una de dos, o aquí no va a entrá ná o esto es er coto privao de arguien”.
-¿El coto privado de alguien?.
-“A veces cuando no hay bichos en un comeero o una bañiza es porque hay un dueño y señó der terreno, por ejo vamos a seguí esperando hasta la jora que sea o hasta que aparezca er señorito”.
-¡Bién! –Contestó el escudero cerrando los dos puños en alto mientras se apretaba los codos en los costados.
Y siguieron esperando en silencio tras esta reducida pausa. Los ojos fijos en la baña y a la vez en los alrededores.
Pasadas un par de horas mas, Antoñin estaba que se caía de sueño, y de vez en cuando se le caía la cabeza en un amago de dormir pero inmediatamente se erguía como queriendo recuperar el momento perdido de vigía, con los ojos como platos. En una de estas cabezadas sintió el codazo de Calzones que le señalaba por donde estaba entrando un cochino descomunal con una boca visible a la luz de la luna sin necesidad de ninguna linterna. Entraba parsimonioso de costado parándose atravesado a veinte metros de él.  Oyó a Calzones decirle “anda  tirale tú”. Antoñin echó mano de su arma pero solo  tenía su tirachinas, con el que era capaz de acertarle a una lagartija corriendo  y que era insuficiente a todas luces para semejante verraco. Aquel marrano crecía según se acercaba al niño. Antoñín se veía sobrepasado hasta que un codazo  de Calzones le hizo girar la cabeza.
-“Chaval te has quedado frito”, ¿Quieres que nos vayamos?.
-Ni hablar, solo estaba…soñando…soñando…Tío Calzones. ¡Qué pedazo de guarro tenía delante!. Cagondíez.
-¡Oye chaval, eso solo lo digo yo. Que tu madre me va a castrá!.
-Eso solo lo digo en el campo  - y sonrió como si tuviese 20 años.
Después de un buen rato se repitió la escena, pero esta vez el guarro era más pequeño. Más bien muy pequeño, pero no era joven. Era un guarro viejo que venía atrás. Andaba raro.  Ahora fue Calzones el que levantó lentamente el arma. Por la mira del Marlincher pudo observar  al guarro que se metía de forma extraña en el barro. Seguía apuntando, esperando a que después de la “toillete” le diera el flanco, en ese momento miró de reojo a Antoñín al que se le iban a salir los ojos y le dijo:  -“Tírale tú”
 - mientras le pasaba el rifle. El niño que había tenido el arma muchas veces en las manos haciendo prácticas  cuando estaban solos. El escudero cogió el arma con sumo cuidado y se la llevó al hombro como la cosa más normal del mundo. Al apuntar distinguió perfectamente la silueta del guarro. Le puso la cruz en la paleta pero notaba algo extraño. Levantó la cara del visor esperando que Calzones le dijera “Antoñín que te has vuelto a dormir”, y lo miró de reojo sin dejar de apuntar. Calzones que solo miraba al guarro se volvió y con la barbilla hacia delante le decía sin hablar algo así como “¡venga ya, tira!”. Calzones Chico metió la cara al visor y apretó el gatillo, ¡y vaya si tiró! El guarro se dobló sobre sus patas, cayó de lado y pataleó un poco para quedarse inmóvil enseguida. Lo dejaron enfriarse y al rato se acercaron para verlo.
-“Tié cojone el joio guarro, le farta la mitad del jamón, y la mano contraria la tié tronchá”….”en el lomo tié rastros de un calentón dagujas dagún desaprensivo furtivo”… y no tiene papada de haberse peleao con algún bicho”… “Es de cuerpo menuo pero tié una boquilla”….”lo que yo te diga,  un guarro leproso” . “Pero es tu primer guarro Antoñín, pa tí er mejón guarro der mundo”.
-¡Anda que no! – Fue lo único que acertó a decir el niño al que le temblaban las piernas de forma incontrolada,  intentando que no se notara.

Fin

Desconectado JUANFRAN

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Re:CALZONES SUCIOS Y EL GUARRO LEPROSO
« Respuesta #10 en: Mayo 09, 2018, 08:10:29 am »
Me ha gustado mucho CUATER.  Se te ha echado de menos en el foro, pues a los que nos gusta la narración cinegética y los relatos bien paridos, ya le habíamos cogido cierto cariño a CALZONES, el maestro, el conde y hasta a los turistas que se refrescaban en la taberna del pueblo con el estupor en la cara cuando aparecían nuestros personajes.

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Re:CALZONES SUCIOS Y EL GUARRO LEPROSO
« Respuesta #11 en: Mayo 09, 2018, 06:52:26 pm »
Precioso relato. Enhorabuena.
Miembro de AEXA

Desconectado Jondalar

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Re:CALZONES SUCIOS Y EL GUARRO LEPROSO
« Respuesta #12 en: Mayo 10, 2018, 09:34:33 am »
Magníficos relatos como siempre, muchas gracias por compartirlos.

Desconectado Lince

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Re:CALZONES SUCIOS Y EL GUARRO LEPROSO
« Respuesta #13 en: Mayo 10, 2018, 10:50:21 am »
Cómo siempre Quater, magistral. Siempre te lo digo, pero creo que un libro de Calzones, seria una maravilla.
Muchas gracias por coger el guante para hacer el relato, que como siempre nos has deleitado.
Hasta la próxima

Desconectado Barranco16

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Re:CALZONES SUCIOS Y EL GUARRO LEPROSO
« Respuesta #14 en: Mayo 10, 2018, 11:10:40 am »
Precioso... enhorabuena, lo he vivido!!

 

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