Corría el 27/07/2018, las 19:00h en todos los medios y redes sonando que esta noche es especial, sobre todo para los amantes de la astrología y yo recién aparecido en el pueblo a disfrutar del merecido descanso después de una semana de tantas de trabajo.
En principio no tengo intención de ir a esperar esta noche, no por falta de ganas, sino porque me gusta llegar con tiempo y controlar un poco algunos de los factores tan determinantes en nuestra modalidad. Aun siendo un tanto precipitado y animado por la nueva vestimenta de nuestra compañera de tantas noches, junto con esa fiebre que tenemos los que a los que nos gusta el campo y la caza, decido coger mi mochila, rifle, transportín y perra y echarlo todo al todoterreno ¿Por qué , no? Si además aun me queda un precinto de corzo, probaré suerte atalayándome en una zona en la que nunca me he puesto de espera, pero al menos imagino que podré disfrutar de la observación de los quehaceres diarios de los animales, del fenómeno que hoy mantiene deseosa a tanta gente y porque no, de la aparición de algún corzo en un buen momento para ser quitado o uno de esos cochinos, que por estas fechas, movidos por el atractivo del cereal que queda aún en las tierras sin cosechar, parece que se mueven un poco más confiados.
Entre tanto, con el todoterreno como muchos podréis imaginar, cargado de archiperres sonando y titilenado, voy por la pista que separa mi coto del pueblo (si voy por la pista, apenas son 5km y si vas por carretera el trayecto aumenta hasta los 21), pensando donde dejar el coche, necesito una sombra para evitar brillos y para que Lola esté fresquita, por si le consigo trabajo, donde ponerme, como vendrá el aire, sentarme en el suelo, llevar taburete… en fin, esas cosas que nos devanean la cabeza cuando la espera está organizada, asique aún más después de esta improvisación.
Una vez llegado al coto y aprovechando que aunque el año ha sido rico en lluvias, decido dejar el coche al abrigo de un antiguo puente romano sito en una bonita ribera, ahora ya con apenas un caudal de un metro de anchura, el puente me proporcionara el cobijo buscado para evitar brillos y la rivera me garantizará esa temperatura que hará que a Lola se le haga la espera más llevadera, aunque hoy las circunstancias y el emplazamiento me lo permiten, no me gusta llevar perro al puesto.
Llego cargado de chismes (más de la mitad de ellos no suelen hacerme falta, pero mejor que sobren a que hagan falta), planto en el lugar elegido, el aire viene cojonudo, apenas se nota para nuestros obtusos sentidos, pero para los animales seguro que es más que suficiente para chivarles que algo no está como los demás días, suerte que utilizo el truco de los viejos esperistas, hilillo agarrado en la punta del cañón, también se pone a apuntarme a mí en cuanto planto el rifle apuntando hacia el campo a cazar, bueno, mejor dicho, a observar.
Pasan los minutos y nada de movimiento, unas cuantas torcaces de vuelta al dormidero después de llenar el buche con una cena basada en granos que por suerte aun a algunas cosechadoras se les escapan. A medida que pasa el tiempo, un zorro cruza el valle en busca de algo que echarse a la boca y como si siguiendo sus pasos fuese, una corza seguida de su cría, que aprovecha a dar algún cabezazo a su vientre en busca de las ubres, cada vez que su madre disminuye el paso, muy pequeña por cierto, para tratarse de finales de julio, tiene apariencia de haber nacido hace menos de un mes.
Los minutos pasan, nuestro astro aparece en escena y yo empiezo a aburrirme por la falta de movimiento y el ansia de que sonroje la brillante. Aprovecho a escudriñar todos los rincones, a memorizar bultos y sombras que cuando la luz desaparezca me parecerán macarenos plantados esperando a que yo me delate.
En unas de esas pasadas con los prismáticos ¡¡ premio!! Algo ha salido del monte y está haciendo menearse a las espigas, es ¡un jabalí! Parece grande, pero no puedo saber su sexo, parece uno, pero ¿y si va acompañado de su prole y el cereal los tapa?, el o la puñetera no levanta la cabeza, le veo el lomo y ¡que lomo! Avanza y sigue cruzando el campo de cereal, no sé cómo hacer, está lejos para valorar y si continua en esa dirección cruza el valle y se mete en otra tierra camino de otro manchón de monte. ¡que leches! Me arrepentiré seguro, pero no me voy a quedar con las ganas, la tarde ha sido improvisada y vengo a jugar, me la voy a jugar haciendo un precipitado rececho en vez de una espera y si cuando llegue es una hembra con rayones, pues, la entrada no me la quita nadie.
Dejo todo en el sitio y simplemente me llevo los prismáticos y el rifle, me apresuro en llegar al sendero que el dueño de la finca he creado después de su paso casi diario con su todoterreno por mitad del valle, una vez en el camino agachado como si de un atlético octogenario se tratase y recorto por lo menos 100m, eso si, si continuo agachado me va a guipar, así que ¡tío al suelo! Es lo que toca, toca arrastrarme hasta llegar a ponerme a distancia de tiro y cruzar los dedos para una vez allí el animal en cuestión aparezca por la dirección que me ha hecho intuir.
Me levanto despacio y, ahí sigue , despacio, pero sigue avanzando donde espero, continuo reptando y llego a un punto en el que no se si continuar o plantarme, ¡estoy como un flan! Bueno como un algo llego de espigas, pajas y nervios que mitigan esos pinchotazos… ¡fuera! ¡Aquí me planto! Me levanto muy muy despacio y ahí viene, mas nervios si caben , no acierto ni a enfocarlo con nitidez con los prismáticos con tal de volver al suelo e intentar que no me detecte. ¡que viene! ¡que llega! Cada vez está más cerca y yo más nervioso, los segundos parecen minutos, los minutos horas y los metros de su avance km, no se si quiero que llegue ya… ¡seré pringado! –me digo, si lo estoy deseando, ¡quiero que llegue! Y además que ¡se plante¡. Pues bien, el ansiado momento se aproxima y el animal o animales están a poco más de 2 metros de descubrirse, no puedo escuchar si viene acompañado de pequeños, los latidos de mi corazón me lo impiden ¿tal vez me he tragado un tambor? Buffff, cuanto más cazo más nervioso me pongo…
Por fin las espigas mas cercanas al valle empiezan a menearse, ¡ahora si! Una mole negra empieza a asomar y yo cual francotirador estoy tirado en el suelo rifle en mano, apoyado sobre los prismáticos para ganar esos cm que el mochila o el bípode nos facilitan, por fin, esta fuera, a través del visor vislumbro un bulto en la jeta, pero tengo que esperar, no te precipites –me digo, que estas tan emocionado que hasta un primal te parece un tanque, espero, estoy a unos 150m y el bulto empieza a mosquearse, es macho, de eso estoy seguro, pero… ahora que he resuelto ese tema, tengo que disparar y si no se cuadra un poco más, el trabajo de Lola será seguro y posiblemente no sea gratificante puesto que se ha plantado casi de culo, pone la jeta al viento y yo sigo en su retaguardia ¡bien! ¡es macho! Su trasero no deja lugar a dudas (esto que cuento en varias líneas, sucedió en pocos contados segundos) empieza a caminar y parece que se pone a tiro, ¡fuera! ¡ahora o nunca! Y entre tanto el tiro me sorprendió y el animal arreón y a la siguiente tierra…
¡No me jo…! ¡que lo he fallado! Y no estaba tan difícil, soy un desastre –me digo… bufff, no se si levantarme e ir al tiro o seguir aquí tumbado tirándome de los 4 pelos…
En fin ¡habrá que ir! Me levanto y parsimonioso voy al lugar del tiro, sin retirar la vista, para no perderlo, pero con pocas esperanzas… ¿Cómo he podido fallar? –me pregunto continuamente…
Llego al sitio y.. ¡evoila! Que ¡si le he dado! Hay sangre, no mucha pero hay… ¿Qué hago? ¿voy a por Lola? O me la juego y busco más, aun sabiendo que así contaminaré el rastro y dificultaré las cosas… Pues como no… se que no es lo mas adecuado, que tengo perro, pero el ansia me puede y me aventuro a buscar yo. Gota, , gota, aquí otra gota, aquí otra mas… me encuentro absorto y solo veo gotitas, nada me despista hasta que al levantar la vista veo un aplastón de cereal a 5 metros de mi ¿ estará ahí? ¿será eso el Jabali? Apresuro el paso y si¡ ¡aquí está! No le hace justicia la boca al cuerpo pero ¡es un buen macho!
Voy dirección el coche y ¡joder! La luna!!!!! Pero que bonita, si ya no me acordaba del acontecimiento, eso si, o ha sido muy breve o el rojo no es tan rojo…
Después de todo el proceso que todos conocéis, vuelta a casa emocionado como un niño el día de reyes. La luna estuvo ahí, diferente, mira que la he visto noches, pero donde siempre y yo apenas me enteré, la ocasión ¡lo mereció!