Hay noches como anoche que parece que está uno solo en el campo, aunque tenga el aire en la frente y la luna a la espalda,como ayer. Ni una liebre, ni un zorro, ni un tejón. No cantó el cárabo...
Y por supuesto, no apareció el cochino, al que aguardaba. Noche magnífica y solitaria, tranquila y serena. Pues a pesar de todo, cuánto me costó levantar el puesto...