El problema de la gestión del jabalí en las áreas protegidas es muy grave. La potencia y la tasa de crecimiento de esta especie, junto con el aumento de la capacidad de acogida del medio y la ausencia de un control eficaz hace que se estén produciendo problemas como este de forma continuada.
La aparición de un guarro en la zona de acceso del aeropuerto no pasa de ser algo simpático. La presencia continua de ellos en la ciudad de Oviedo, dentro de la propia ciudad, sus efectos en el tráfico en las autovías causando multitud de accidentes, daños y heridos, o el preocupante caso del incremento de las tasas de tuberculosis bovina entre otras enfermedades, convierten el caso es motivo de alarma.
Hace algunos años, un par de décadas, los jabalíes eran raros en las zonas bajas de Asturias. Hoy abundan y están presentes en cualquier sitio. A la vez que aumentaba su abundancia han proliferado las fórmulas de protección del espacio: parque naturales, refugios de caza, zonas de seguridad, reservas naturales parciales, paisajes protegidos, monumentos naturales, etc. todos ellos muy loables y bonitos y con el denominador común de vetar la caza como actividad de ocio por una mera cuestión estética, ya que no ha habido hasta el presente ningún trabajo científico serio que concluya la inconveniencia de su ejercicio.
Pues bien, en tales condiciones estos espacios protegidos son seleccionados positivamente por las hembras de la especie. Allí se saben seguras de cualquier disturbio, en especial el causado por los perros. Se suma en muchos casos que estos espacios son zonas urbanas o periurbanas en las que el acceso al alimento es fácil y continuo a lo largo del año, muy distinto de los rigores y penurias que tienen en las zonas de montaña donde la nieve, el frío y los depredadores regulan su tasa de crecimiento. Es en este nuevo contexto donde el jabalí ha explotado. Vemos camadas casi en cualquier época. Los machos de 12 meses alcanzan pesos de más de 60 kg y las hembras son extremadamente precoces pariendo con pesos de menos de 50. La tasa de supervivencia de los jabatos es enorme y con ello el rejuvenecimiento de la población.
Los juveniles abandonan estas zonas de protección y colonizan otras, llegando a lo que vemos en esta noticia.
¿Qué hace la Administración asturiana? Diría que lo que puede pero no es cierto. Lo que pueden lo hacen algunos buenos guardas que roban al sueño días y días para intentar abatir un número creciente de jabalíes, pero que es a todas luces insuficiente. Guarros que quedan abandonados en los bardones y matorrales o se llevan para intentar cebar lobos a los que luego esperar y matar. Este tiempo que usan estos guardas para matar jabalíes no se les computa como trabajado, no tiene ninguna compensación de ningún tipo, tienen, eso sí, que tomar muestras de sangre y tejidos que acaba pudriéndose en algún sistio, y si optan por sacar del monte el guarro llevarlo a un centro benéfico que les pondrá mil pegas para aceptarlo sin destripar ni desollar.
Este problema ni es nuevo ni exclusivo de Asturias. En Berlín, hace dos años, hubo que matar varios miles de jabalíes que deterioraban los parques de la ciudad y causaban serios problemas de seguridad. En Barcelona o Madrid sabemos de situaciones semejantes.
¿Qué alternativas existen para este tema? Claramente regular la caza urbana y eliminar las restricciones estéticas en materia de conservación de la vida silvestre. Y por parte de los cazadores debemos avanzar hacia modos de caza de menor impacto social, como es la caza con arco, el uso generalizado de puestos fijos elevados (algo habitual en las zonas pobladas de toda Europa), etc.
Desde luego el modelo actual es caro, ineficaz y conduce a las catástrofe. Lo que no sé es quienes podrían intervenir para invertir esta situación en un contexto de grave inoperancia de los organismos competentes para ello.
Saludos