La oferta en puntas de caza ofrece un espectro treméndamente amplio que induce al error a muchos aficionados a la caza con arco noveles (y no tan noveles).
Lo cierto es que muchas resultan visualmente atractivas, parecen tan mortíferas...
Pero la realidad es que, igual que un machete junglero puede parecer más mortífero y, aunque quizás pudiendo cumplir la tarea, ser absolutamente ineficaz para deshollar comparado con un buen skiner, la inmensa mayoría de puntas de caza del mercado no son adecuadas para la caza del jabalí dada la dureza y fisiología de la pieza.
Además, hemos de considerar cómo mata una flecha.
El objetivo de una bala es transferir el máximo de su energía cinética a la pieza mientras qué la flecha para ser eficaz debe de conservar el máximo de energía cinética para conseguir la mayor penetración posible porque durante esa penetración las hojas de la punta van cortando vasos, músculos y órganos vitales.
Una bala que traspasa a una pieza es menos eficaz que la que se queda en el interior de ella, mientras que en el caso de la flecha es justo al revés:
La más eficaz es la que logra traspasar limpiamente la pieza.
Una de las razones es que, cómo cualquier sanitario puede confirmar, en una herida incisopunzante, si se conserva el objeto que la provocó en su interior, este contiene la hemorragia, mientras que si este se extrae la facilita.
Item más, al traspasar abre una segunda vía para facilitar esa hemorragia e incrementar el rastro de sangre que facilitará la localización de la pieza en caso de precisarse rastreo.
¿Que encuentra la punta en su camino durante la penetración?
En primer lugar, aunque no siempre, encuentra el "escudo", una capa de barro, pelo y, si está en una zona adecuada, resina de los pinos donde tras el baño se restriegan.
Este escudo puede llegar a tener un espesor respetable y contener incluso algunas pequeñas piedras o esquirlas de piedra y puede dañar seriamente la punta que no ofrezca una buena resistencia mecánica e incluso embotar el filo de las hojas que no tengan una gran dureza.
Luego una espesa capa de pelo y bajo el la fina borra que les mantiene calientes pero que se va a enredar en cualquier mella que se pueda haber producido en el filo al traspasar el escudo y que, aún si no es así, actúa cómo un amortiguador del impacto y dificulta la penetración, tanto es así que si en lugar de unos centímetros estuvieramos hablando de unos decímetros de espesor posiblemente estaríamos hablando de que la detendría por completo.
Tras el escudo, el pelo y la borra, la piel de grueso y elástico cuero que precisa nuevamente de un filo en condiciones para ser cortado con facilidad y que una punta sin corte en su propia punta debe de estirar y tensar para conseguir perforarlo, con la perdida de su energía cinética que ese esfuerzo representa.
A todo esto le sigue una capa de grasa y tejido conjuntivo también con un efecto amortiguador y, tras ello, las costillas.
Las costillas del jabalí están muy juntas y, además, tienen una cierta forma de "v" que puede "atrapar" y redireccionar contra el centro de la costilla cualquier punta que inmediatamente que entre en contacto con ella no empiece a cortarla limpiamente.
Todo esto descarta de entrada todas aquellas puntas cuyas "puntas de ataque" no sean cortantes si no "perforadoras".
Esas puntas pueden perforar el escudo pero tan sólo harán un agujero más o menos redondo por donde pasaran ellas pero no las hojas que deberán hacer todo el trabajo de cortar el escudo y además, y esto es importante, lo harán en lo que podríamos denominar un segundo impacto: primero la flecha pierde energía al impactar el extremo perforante en el escudo y, después, una vez este consigue penetrar o mientras lo esta haciendo, las hojas impactan con el escudo y deben cortarlo para continuar con la penetración. Luego se enfrentará al pelo y la borra, que es tremendamente eficaz deteniendo objetos punzantes que no corten sus fibras (cualquier cojín de fibras de guata, incluso de escaso espesor, puede detener una flecha de entrenamiento e incluso una punta perforante o "rompehuesos" desprovista de sus hojas) lo que también le roba una respetable cantidad de energía cinética. Posteriormente el elástico cuero cede a su presión y se estira hasta alcanzar el punto de ruptura y permitir que prosiga la penetración y que las hojas, nuevamente en un "segundo impacto", lo alcancen y lo corten y, traspasado todo esto, las costillas en "v" son una lotería: si la punta penetratente no las interesa pasará entre ellas sin el menor problema pero.... si no será atrapada y reconducida al centro de la costilla, el punto de mayor espesor, donde deberá cumplir su función y romperla, invirtiendo más energía en ello. Sus filos puede que logren sortear parcialmente los extremos dañados de la costilla rota o puede que no, pero en cualquier caso, en mayor o menor medida nuevamente habrá un segundo impacto y deberán cortar ese hueso para proseguir su penetración y empezar a interesar órganos vitales.
También descarta todas las puntas mecánicas, ya que estas van a abrirse con el impacto contra el escudo que, irremediablemente, dañará sus finas hojas que, dañadas, serán más retenidas por el pelo y la borra posteriores lo que reducirá dramáticamente su penetración y, además, las hojas se abren en una posición muy retrasada respecto a la punta de impacto lo que incrementa el "efecto de segundo impacto" al atravesar las diferentes capas de las que hemos hablado.
Las puntas de más de dos hojas presentan un problema adicional. sencillamente es físicamente imposible que pasen entre las costillas sin que al menos dos de esas hojas las interesen y deban cortarlas para proseguir su penetración, mientras que una punta de dos hojas puede tener la fortuna de pasar entre las costillas, de ser desviada para pasar entre ellas o pasar cortando sólo ligeramente sus finos bordes.
Todo esto se resume en que las puntas más adecuadas son aquellas de dos hojas con filo en la totalidad de la punta, incluyendo su extremo de impacto pero... ¿podemos afinar nuestra elección un poco más?
Si.
Una cosa que no hemos considerado es si los filos son "a dos aguas" cómo los de casi cualquier cuchillo o navaja o "a un agua", cómo los de los formones, cepillos para madera o los buenos cuchillos de sushi y sashimi.
Ambos tipos de filo cortan a la perfección los tejidos blandos (aunque cualquier chef japones discutirá encarnizadamente esta afirmación aduciendo que las hojas a un filo cortan mejor... y posiblemente lleve razón), lo interesante lo encontramos al ver cómo se enfrentan a su interacción con los tejidos duros, cómo los óseos, o incuso a materiales duros y complejos cómo los escudos.
El filo convencional "a dos aguas" se hinca en el material duro, cortándolo e intentando separarlo y seguir penetrando y, mientras lo hace, sufre un desgaste que, especialmente al atravesar el escudo, lo embota por las características erosivas de alguno de los materiales que integran este.
Por contrapartida, el filo "a un agua", si bien inicia su penetración interactuando igual con el hueso u otro material duro que una hoja con filo "a dos aguas", en milésimas de segundo su propia forma la obliga a iniciar un movimiento de rotación que fuerza el hueso o cualquier otro material duro y tiende a, si es posible, rajarlo.
Si esa rajadura se produce (y en un porcentaje rayano en el 100% en el caso de los huesos se produce) un gran porcentaje del filo pasará intacto por ella y el resto de la flecha, qué no hemos tenido en consideración hasta ahora con las demás, lo seguirá con igual facilidad.
En resumen, la punta más adecuada para abatir un jabalí, porque maximiza la penetración y nuestras posibilidades en el caso de un mal impacto que interese un hueso masivo o en el caso de un jabalí de porte con un potente escudo, es una punta de dos hojas con filo a un agua y en toda la extensión de la punta (es decir, con un extremo de ataque no punzante, si no con un filo tipo "tanto"), gran resistencia mecánica y elevada dureza.
La punta Ashby es un ejemplo ideal de ello:
Indudablemente pueden abatirse y se abaten jabalís con otras puntas, incluyendo mecánicas, pero la experiencia nos descubre que el numero de piezas impactadas y no recuperadas, o recuperadas tras rastreos más largos, especialmente a mayor porte tengan, se da más con el resto de tipos de punta y especialmente con impactos defectuosos que interesaron huesos masivos, así que no tiene la menor lógica sacrificar posibilidades por el mero capricho de que una punta resulte visualmente más atractiva o, en el caso de las mecánicas, por simplificar el ajuste arco-flecha para obtener con mayor facilidad un vuelo correcto para la flecha.
Reservemos esas otras puntas para cometidos donde se desempeñan bien, cómo la caza de capridos o cérvidos y aprovechemos el trabajo de ajustar el binomio arco-flecha para conseguir una mayor precisión con las puntas mecánicas en la caza de piezas qué, cómo el corzo, suelen requerir de tiros más largos.